Abel, tipo al que respeto mucho, me ve resignado y pesimista en el post de ayer y hasta llega al exabrupto imaginativo de suponer que veo el futuro del kirchnerismo por fuera del peronismo. La verdad es que en ninguna línea de ese texto sugiero esa idea. Lo que sí está implícito -y lo escribo para evitar interpretaciones equivocadas- es que el kirchnerismo tiene su rasgo distintivo en la capacidad de confrontación contra poderes a los que nadie se animó a enfrentar en el último medio siglo; que fue gracias a ese atributo que se lograron conquistas otrora impensadas y que su gran virtud fue garantizar el encolumnamiento del peronismo y el movimiento obrero pues sin ese volumen político no se podrían haber concretado aquellas cosas por las que, precisamente, es tan odiado por el establishment. Porque repetimos lo dicho hace unos días, el gobierno ha sido sancionado electoralmente por algunos errores y deficits propios, pero el poder económico lo abomina exclusivamente por sus aciertos.
El tema es que esa capacidad de contención del peronismo tanto como del movimiento obrero se quebró y, como estaba cantado, surgió desde adentro de la coalición del 55% la expresión que iba a cuestionar la hegemonía de Cristina. Primero intentaron delinear "la esperanza blanca" con Daniel Scioli, hasta que la encontraron en Sergio Massa y es acá donde surge la duda sobre el devenir del rumbo político e ideológico de los próximos años habida cuenta de la histórica característica de los liderazgos en el peronismo vistos como terrenos de disputa. Hay compañeros que ven en el massismo una posibilidad de continuación de muchos ejes del kirchnerismo y estamos quienes lo ponemos en duda porque vemos en ese espacio una renuncia a los aspectos más medulares del kirchnerismo ¿Qué quiero decir? Que sin una franca actitud transformadora es imposible garantizar la perdurabilidad de las conquistas logradas y que esa actitud de transformación requiere la firme decisión de confrontar porque estamos inmersos en una realidad donde en todas las áreas hay que meter mano puesto que fueron formateadas por el neoliberalismo. No estamos en un estado de cosas estructural donde todo está bien, tal como pareciera sostener el discurso del Frente Renovador.
Tampoco llegamos al actual estado de cosas por designio divino. Cada ley, cada medida, tuvieron que ser peleadas en el parlamento, en la calle, en los medios y hasta en la discusión de oficina, de cola de panadería y por supuesto en la reunión familiar. Y eso funcionó porque por primera vez, luego de muchos años, una parte activa e importante del pueblo se vio representada en el gobierno y sintió que su desgaste en discusiones con familiares y compañeros de trabajo tenían una correspondencia en la superestructura. Fue así que se ganaron una buena cantidad de discusiones políticas.
El kirchnerismo hegemonizaba porque ganaba la discusión política.
Hasta que llegó el 55% y es como que se clausuró la política al interior de nuestra fuerza y se entró en el tiempo de la fundamentación pública de las medidas del gobierno y el cuchicheo por abajo sobre las dudas que muchas disposiciones nos generaban. Debemos admitir que nadie está capacitado para procesar la significación de un apoyo electoral que supere el 55% y muy probablemente ahí radique la razón profunda de varios errores de lectura que aparentemente se produjeron.
No es fácil procesar un 55%...
No es fácil, tampoco, asimilar que así como te dan el voto en dos años te lo quitan y encima hasta pueden llegar a putearte.
Pero me preocupa más lo político que lo estrictamente electoral. Quiero decir que me preocupa la posibilidad de que la disputa al interior del massismo la ganen aquellos sectores que decididamente apuestan a desandar la génesis del kirchnerismo, que es la convicción de que sin transformación no se garantizan conquistas. Temo que venga un tiempo donde el discurso anti confrontación de Massa se corporice en la alianza con los factores del poder real tal como sucedió con el menemismo y las razones de ese temor se fundan en que no sólo el discurso sino la dirigencia que se nuclea en torno al intendente de Tigre no pareciera expresar una voluntad transformadora.
Pero no hay resignación ni pesimismo en estas palabras sino un diagnóstico que pretende ser racional y razonable. Hay también un llamado a pensar y debatir dentro del kirchnerismo. Analizar y discutir dónde hubo errores y dónde fueron las condiciones objetivas las que arrojaron resultados distintos a los esperados. También hay una esperanza y es que ese ADN transformador del kirchnerismo se fortalezca en la adversidad electoral (lo más probable es que a nivel nacional se repitan los guarismos de las PASO y eso será leído como "triunfo de la oposición") porque esta fuerza política ha tenido la capacidad de congregar a miles de argentinas y argentinos que tenemos muy claro cómo nos fue antes y que nos espera a la vuelta de la esquina si mucho de lo que hemos construido termina siendo enterrado. Somos muchos los que tenemos en claro que la contradicción principal está en el nivel de prevendarismo del capitalismo argentino, lo que significa seguir disputando con la plutocracia para arrancarle beneficios para el pueblo o negociar dentro del estado de cosas actual.
Quizá haya tanto dentro del cristinismo como del massismo sectores que a la postre tengan más coincidencias que desacuerdos. Es ahí donde tendrá que venir la política a acercar posiciones de modo tal que la masa crítica para no retroceder un solo paso sea lo suficientemente poderosa como para que no se animen a tocar el piso que hemos elevado en estos años.
Ese es el desafío que arranca el 28 de octubre.
El tema es que esa capacidad de contención del peronismo tanto como del movimiento obrero se quebró y, como estaba cantado, surgió desde adentro de la coalición del 55% la expresión que iba a cuestionar la hegemonía de Cristina. Primero intentaron delinear "la esperanza blanca" con Daniel Scioli, hasta que la encontraron en Sergio Massa y es acá donde surge la duda sobre el devenir del rumbo político e ideológico de los próximos años habida cuenta de la histórica característica de los liderazgos en el peronismo vistos como terrenos de disputa. Hay compañeros que ven en el massismo una posibilidad de continuación de muchos ejes del kirchnerismo y estamos quienes lo ponemos en duda porque vemos en ese espacio una renuncia a los aspectos más medulares del kirchnerismo ¿Qué quiero decir? Que sin una franca actitud transformadora es imposible garantizar la perdurabilidad de las conquistas logradas y que esa actitud de transformación requiere la firme decisión de confrontar porque estamos inmersos en una realidad donde en todas las áreas hay que meter mano puesto que fueron formateadas por el neoliberalismo. No estamos en un estado de cosas estructural donde todo está bien, tal como pareciera sostener el discurso del Frente Renovador.
Tampoco llegamos al actual estado de cosas por designio divino. Cada ley, cada medida, tuvieron que ser peleadas en el parlamento, en la calle, en los medios y hasta en la discusión de oficina, de cola de panadería y por supuesto en la reunión familiar. Y eso funcionó porque por primera vez, luego de muchos años, una parte activa e importante del pueblo se vio representada en el gobierno y sintió que su desgaste en discusiones con familiares y compañeros de trabajo tenían una correspondencia en la superestructura. Fue así que se ganaron una buena cantidad de discusiones políticas.
El kirchnerismo hegemonizaba porque ganaba la discusión política.
Hasta que llegó el 55% y es como que se clausuró la política al interior de nuestra fuerza y se entró en el tiempo de la fundamentación pública de las medidas del gobierno y el cuchicheo por abajo sobre las dudas que muchas disposiciones nos generaban. Debemos admitir que nadie está capacitado para procesar la significación de un apoyo electoral que supere el 55% y muy probablemente ahí radique la razón profunda de varios errores de lectura que aparentemente se produjeron.
No es fácil procesar un 55%...
No es fácil, tampoco, asimilar que así como te dan el voto en dos años te lo quitan y encima hasta pueden llegar a putearte.
Pero me preocupa más lo político que lo estrictamente electoral. Quiero decir que me preocupa la posibilidad de que la disputa al interior del massismo la ganen aquellos sectores que decididamente apuestan a desandar la génesis del kirchnerismo, que es la convicción de que sin transformación no se garantizan conquistas. Temo que venga un tiempo donde el discurso anti confrontación de Massa se corporice en la alianza con los factores del poder real tal como sucedió con el menemismo y las razones de ese temor se fundan en que no sólo el discurso sino la dirigencia que se nuclea en torno al intendente de Tigre no pareciera expresar una voluntad transformadora.
Pero no hay resignación ni pesimismo en estas palabras sino un diagnóstico que pretende ser racional y razonable. Hay también un llamado a pensar y debatir dentro del kirchnerismo. Analizar y discutir dónde hubo errores y dónde fueron las condiciones objetivas las que arrojaron resultados distintos a los esperados. También hay una esperanza y es que ese ADN transformador del kirchnerismo se fortalezca en la adversidad electoral (lo más probable es que a nivel nacional se repitan los guarismos de las PASO y eso será leído como "triunfo de la oposición") porque esta fuerza política ha tenido la capacidad de congregar a miles de argentinas y argentinos que tenemos muy claro cómo nos fue antes y que nos espera a la vuelta de la esquina si mucho de lo que hemos construido termina siendo enterrado. Somos muchos los que tenemos en claro que la contradicción principal está en el nivel de prevendarismo del capitalismo argentino, lo que significa seguir disputando con la plutocracia para arrancarle beneficios para el pueblo o negociar dentro del estado de cosas actual.
Quizá haya tanto dentro del cristinismo como del massismo sectores que a la postre tengan más coincidencias que desacuerdos. Es ahí donde tendrá que venir la política a acercar posiciones de modo tal que la masa crítica para no retroceder un solo paso sea lo suficientemente poderosa como para que no se animen a tocar el piso que hemos elevado en estos años.
Ese es el desafío que arranca el 28 de octubre.