jueves, 30 de octubre de 2014

El debate que se viene



Se viene un largo y denso debate por la ley de Telecomunicaciones. Desde el dispositivo mediático opositor se dirá que este proyecto agrede a Clarín. La verdad es que resulta imposible pensar en una ley que regula la actividad con más poder de generar negocios y sentido sin el contexto político concreto en el que se la redacta y planea aplicar. Así las cosas, vale preguntarse ¿Esta ley es, en términos políticos, una bomba arrojada en la vereda de Clarín? Sí, lo es. Pero no gratuitamente. Lo que hay que pensar es que cualquier legislación que pretenda organizar el mundo de las telecomunicaciones será inevitablemente un ataque a lo dado, al estado de cosas, a lo existente. De ahí que la única forma de no agredir a Clarín es no legislar, algo que nuestro gobierno ha demostrado que no dejará de hacer.

sábado, 25 de octubre de 2014

El Vermucito | 25-102014


Hablamos con José Sbatella que nos explicó los beneficios del mejoramiento del status del país ante el GAFI, tambvién con la jueza María Laura Garrigos sobre la reforma del Código procesal penal. Arnaldo Bocco nos acompañó en el piso.

PROGRAMA COMPLETO



REPORTAJE A JOSE SBATELLA



REPORTAJE A MARIA LAURA GARRIGOS

sábado, 18 de octubre de 2014

El Vermucito | 18-10-2014


Abrimos el programa con el vicepresidente del INCAA, Gianni Buono, desde Tucumán, donde se desarrolla el Encuentro regional de Comunicación. Columna de Arnaldo Bocco sobre inflación y una primicia: un país importante le dará un Swap similar al de China a nuestro país. Discutimos el tema Luciano Arruga y conversamos con Héctor Otheguy, gerente general de INVAP.


Nota con Héctor Otheguy, Gerente General de INVAP


Columna de Arnaldo Bocco


Programa completo


lunes, 13 de octubre de 2014

"Empezaste a hacer política. No dejes de hacer política"



Desgrabación de la columna de Arnaldo Bocco en El Vermucito donde rebeló una vez más que es uno de los economistas que mejor conoce al empresariado argentino.

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Kicillof empezó a hacer política. Empezó a anunciar políticamente a sectores que estaban actuando de una manera casi despiadada en el sector de la especulación que con los buitres vamos a arreglar y al mismo tiempo estamos volcando diez mil millones de pesos para inversiones a tasas que van a llegar como máximo al 19 %. Les dijo “presenten proyectos porque ustedes representan a sectores productivos de la Argentina, la industria, el sector de la construcción, etc, y necesitamos esos proyectos para dinamizar la actividad económica, entonces el empresariado tomó esto como un guiño importante.

El ministro también se ha reunido con otros sectores, como el sindical. Está teniendo reuniones en privado que yo creo vale la pena prestarle atención porque no es el ministro tan ideológico que te muestran los diarios y por eso los desubica tanto. Por eso viene el ataque de los medios contra los partidos porque evidentemente el sector empresario, que es el forma agenda en ellos deja de suministrarle información y éstos se caen a pedazos.

“Paremos un poquito”, dicen los empresarios. Vamos a ver cómo evoluciona esto porque nos dicen que van a arreglar con los buitres, nos dicen que va a haber financiamiendo, que van a reactivar por la vía de la inversión, que están estimulando el consumo interno y no hay una actitud beligerante contra nosotros porque nos dicen “muchachos, esta es la salida para llegar al 2015. Si acompañan bien, si no, vamos a terminar mal” ¿Qué ocurre? Vos tenés acá un núcleo de 15 economistas que generan discursos para la oposición desde los medios pero que giran en el aire, no tienen base de apoyo, no tienen pertenencia política, no son los economistas del partido laborista inglés que son militantes con cuarenta años de trayectoria en un partido, que empezaron en una unidad barrial, que fueron ascendiendo y se convirtieron en asesores protagónicos en el parlamento. Estos economistas de nuestra TV giran en función de los intereses que les pagan los honorarios, entonces los diarios se hacen eco de las propuestas de estos economistas pero no son economistas de partido. El poder real pasa por otra parte, cuando el sector empresarial recula y dice “démosle un mes a ver si es cierto esto” ya tenés el diario escrito y en la calle.

Completo acá

sábado, 11 de octubre de 2014

El Vermucito | 11-10-2014


Pese a que se cayeron un par de notas, salió un programón, entre otras cosas por la gran columna de Arnaldo Bocco, que explica el porqué de los exabruptos de Lanata de la semana que pasó.

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Columna de Arnaldo Bocco



jueves, 9 de octubre de 2014

Se veía venir la jugada de Clarín

Este post se publicó originalmente el 31 de agosto, día en que el colega Eduardo Anguita publicó la nota donde se vislumbraba el escenario que estalló ayer por la tarde:

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No faltaron quienes, tras la declaración de constitucionalidad de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual por parte de la Corte Suprema, creyeron que se terminaba la guerra entre Clarín y el Estado. La ley había transitado cinco años por los tres poderes hasta que parecían cerradas todas las instancias para eludir la concentración de tanto poder mediático en manos de una sola empresa. Es más, eran sólo dos los artículos de esa ley que impedían el camino necesario para que un grupo con posiciones dominantes se convirtiera en una serie de compañías. Es más, hace mucho que los diarios no hablan de la guerra entre el Gobierno y Clarín. Las aguas parecían haberse aquietado desde que el grupo de Héctor Magnetto presentara una propuesta de adecuación “voluntaria” en noviembre de 2013, y la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (Afsca) la declaró “admisible” en febrero de 2014. Sin embargo, en estos días volverá al rojo vivo este tema a la agenda periodística. Aquel era un primer paso de entendimiento que requiere de un segundo paso mucho más preciso. Esta segunda etapa, llamada de “transferencia de licencias”, parece ingresar en un terreno pantanoso. En efecto, el pasado miércoles 20 de agosto, cinco de los siete integrantes del directorio del Afsca recibieron una carta documento firmada por Damián Cassino, abogado del Grupo. Da la coincidencia de que esos cinco destinatarios están de acuerdo con la necesidad de terminar con las posiciones dominantes de Clarín. Lo que “el grupo” llamaría “los K”: Martín Sabbatella e Ignacio Saavedra –presidente y vice–, Ignacio Avalle y Eduardo Rinesi –directores propuestos por el Consejo Federal de Comunicación Audiovisual– y Claudio Schifer –propuesto por la Comisión Bicameral de Seguimiento de la Ley de Medios–. Los otros dos directores, Marcelo Stubrin y Gerardo Milman –directores propuestos por la segunda y tercera minorías parlamentarias de la comisión bicameral– no recibieron la carta documento.

Completo acá

sábado, 4 de octubre de 2014

El Vermucito | Audio del 04-10-2014



Hablamos con Agustín Rossi. Analizamos el desinfle de Marina Silva en Brasil y Camila repasó los puntos más sobresalientes del nuevo Código Civil y Comercial.

Columna de Arnaldo Bocco


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jueves, 2 de octubre de 2014

Chau, Udi


La movida bloguera tuvo mucho de aluvional. Todos los que que querían abrían su blog y se sumaban a ese bello e irrepetible momento histórico donde desde nuestros pequeños espacios salíamos al ágora digital para bancar un proyecto. Entre tantos que aparecieron, uno de ellos fue Udi, rosarino trasplantado a Tandil. Fanático mal de Central y talentoso, demasiado. Fue de esos que escribían poco y había que prepararse para leerlo. Udi fue uno de tantos a los que el kirchnerismo reunió y por suerte lo pude disfrutar en los encuentros blogueros. Alguna vez habrá que escribir más sobre el kirchnerismo como punto de encuentro de tantas historias y tradiciones.

Udi falleció hace pocos días, Mariano de San Telmo me dio la noticia (él, al igual que Rubén Sentis estaban en contacto permanente con él) un cáncer fulminante se lo llevó en un mes y medio.

Un abrazo, querido Udi. De corazón


Así escribía: 

"Leyendas del Gulag"

El camarada Dimitri Rodionovich Timoshenko miraba caer la nieve sobre la taiga. A fines de diciembre no cabía hacerse grandes esperanzas respecto a un hipotético mejoramiento en las condiciones climáticas. El camarada Timoshenko suspiró, pensando – quizás – en la soleada aldea, cercana al Mar Negro, en la que había nacido, más de seis décadas atrás, y sus inviernos benignos y veranos radiantes de sol sobre los trigales.
El camarada Timoshenko se estremeció, hundiendo aún más las manos en el capote recién recibido de Moscú, de basta confección, pero abrigado. Hasta las ganas de fumar quitaba el frío siberiano, pero Dimitri Rodionovich  sacó su mano derecha del cálido cobijo para buscar en el bolsillo superior de su chaquetilla una arrugada marquilla de cigarrillos “Acorazado Potemkin”. Se acercaba el camarada oficial Konstantin Davidovich Volodsky, resoplando por el esfuerzo de caminar sobre la nieve blanda, y Dimitri Rodionovich sabía que su jefe de brigada apreciaba los gestos de cortesía de parte de sus subordinados, cómo invitarlo con un cigarrillo, o procurar que todas las mañanas encontrara sus botas limpias y lustradas al lado de la puerta de su camarote.
El camarada oficial, un joven de menos de treinta años, egresado de la Academia Pugachov de Oficiales Penitenciarios, era hijo del legendario David Moiseievich Volodsky, héroe de la Revolución, dos veces condecorado con la Orden de Lenin y miembro del Buró Central del Partido. Su presencia en ese campamento de re-educación política sólo podía interpretarse como el escalón inicial de una ascendente (y rauda) carrera dentro del sistema de prisiones soviético.
El camarada carcelero Dimitri Rodionovich Timoshenko, a más de treinta años de su conversión a la Revolución, ya había visto pasar muchos jóvenes como el camarada Konstantin Davidovich Volodsky en ese puesto. Y a algunos de ellos, inclusive, los había recibido después como huéspedes de la institución.
Haciendo caso a su experiencia como revolucionario, y a centurias de sabiduría popular campesina, Dimitri Rodionovich siempre trataba de mostrarse servicial y atento a las necesidades de los jóvenes camaradas que – haciendo sus primeras armas al servicio de la Revolución – llegaban al campamento de re-educación política con las últimas teorías sobre la regeneración de criminales políticos y los métodos para su reinserción exitosa en la gran tarea de construir la patria de los trabajadores.
“Un oficial siempre es un oficial”, recordó el camarada Timoshenko que le decía su padre, el viejo Rodión Petrovich, ya sea que defienda al Padrecito Zar Nicolás Nicoláievich, o a los bolcheviques que lo destronaron y fusilaron, “y su fusta es muy ligera”, concluía el viejo, con los ojos entrecerrados y en voz baja.
El camarada oficial Konstantin Davidovich Volodsky acercó su cigarrillo al fósforo encendido que el camarada carcelero Dimitri Rodionovich Timoshenko le ofrecía, y – aspirando con fruición el azulado humo de su “papirosa” – clavó su mirada en el interior del campamento, del que salían, al trote y con las manos en los bolsillos, los internos. La taiga, monótonamente blanca, no ofrecía puntos de referencia.
“¿Qué tarea tienen que cumplir hoy los reclusos Zamuk y Wolkof, Dimitri Rodionovich?” inquirió el oficial Konstantin Davidovich Volodsky. El camarada Dimitri Rodionovich Timoshenko se apresuró a sacar sus manos del capote, y extrayendo un ajado papel del interior del mismo leyó sin vacilaciones: “los condenados traidores desviacionistas troskystas Wolkof y Zamuk están asignados a la cocina, camarada oficial Volodsky”.
Konstantin Davidovich inspiró otra bocanada, y mientras sacaba una hebra de tabaco pegada a sus labios dio unos golpes en el piso con los tacones de sus relucientes botas de blando cuero.
El camarada carcelero Dimitri Rodionovich Timoshenko miró por un instantes sus propias botas, duras y resecas, pero no extrajo ninguna conclusión de la diferencia. Los oficiales tenían uniformes y botas nuevas, la tropa se arreglaba con los rezagos, siempre fue así y Dimitri Rodionovich no tenía motivos para suponer que alguna vez sería distinto. “No sirve de nada pensar sobre lo que está bien y lo que está mal”, era otra de las frases favoritas del viejo Rodión Petrovich, y Dimitri Rodionovich nunca puso en discusión la sabiduría de su padre.
“¿Qué informa el camarada Simeón Ivanovich?” preguntó el joven Konstantin Davidovich Volodsky, mirando las filas de prisioneros que formaban filas para la revista matinal.
Dimitri Timoshenko, carcelero desde los inicios de la Revolución, buscó unos segundos una página detrás de la lista de prisioneros. “El camarada doctor Simeón Grobotkin informa que las tendencias antisociales y contrarrevolucionarias de los condenados Wolkof y Zamuk no han demostrado signos de mejora, camarada Volodsky”, informó, sin ninguna inflexión particular en la voz.
Kostia, como lo llamaba su padre, Consejero del Soviet Supremo, al joven oficial Konstantin Davidovich Volodsky, apagó la colilla de su cigarrillo con la punta de su bota  mientras trazaba un garabato en la nieve con la fusta. Miró hacia la taiga y su vista se detuvo en un enorme montón de troncos que esperaban ser cortados para el piso de una nueva barraca.
“Asígneles la madera, Dimitri Rodionovich.”, ordenó brevemente, para después agregar, mirando a los ojos al carcelero: “Sólo a ellos dos”.
Dimitri Rodionovich Timoshenko se cuadró, juntando con energía los tacos de sus botas y haciendo la venia contestó, con la práctica de décadas en el Ejército Rojo: “Comprendido, camarada oficial”. Sin pedir explicaciones complementarias Dimitri Rodionovich se dirigió hacia las filas de prisioneros, a quienes cansinamente contaba el cabo Alexander Pavlovich Buriatin, ex prisionero él mismo, que cumplía la segunda parte de su condena  - por anarquismo y robo a la propiedad del pueblo -  en Wolodczin, a escasos dos kilómetros del campamento, bajo el régimen de libertad vigilada.
El carcelero Timoshenko llamó a Wolkof y Zamuk mientras, con una mirada, hacía ver a Buriatin que él se hacía cargo.
Wolkof y Zamuk se acercaron caminando despacio, años de reclusión en el campamento de re-educación política no los habían hecho mejores ciudadanos ni comunistas, pero habían aprendido – sin dudas – a ahorrar energías. Cuando estuvieron frente al veterano guardia se detuvieron, parados entre firmes y descanso, pero con las manos en los bolsillos. Dimitri Rodionovich los esperó, con las manos a la espalda, y secamente les impartió la orden del día: “Toda esa madera tiene que estar cortada antes de las 6 de la tarde, empiecen”.
Iván Ivanovich Zamuk y Pável Borisóvich Wolkof se miraron, y con la misma actitud corporal de prescindir del despilfarro de fuerzas, caminaron sin detenerse hasta la madera acumulada en un montón, descargada del camión que, mensualmente, iba por ella al bosque.
El camarada Timoshenko miró sin expresión cómo los prisioneros colocaban unos troncos cortos a modo de caballete, y – tomando cada uno un extremo de la larga sierra – comenzaron a aserrar metódicamente, sin prisa, pero sin pausa.


Llegada la noche, Dimitri Rodionovich buscó en la fila de prisioneros que volvían de sus tareas a Wolkof y Zamuk, y ante su ausencia se dirigió al cabo Buriatin, para preguntarle por los reclusos. Alexander Pavlovich Buriatin no se distinguía por la velocidad de sus procesos mentales, pero disimulaba la carencia – o creía hacerlo – repitiendo las preguntas que le formulaban, con aire de considerar el asunto. Dimitri Rodionovich conocía a sus subordinados, y antes que el cabo Buriatin terminara de repetir la pregunta le informó que en caso de no presentarse con los prisioneros en cinco minutos podía darse por arrestado. El rostro deAlexander Pavlovich se iluminó en una mueca de comprensión, y sin repetir ni una letra salió disparado hacia la taiga, débilmente iluminada por los reflectores periféricos del campamento.
No le hizo falta buscar mucho. Wolkof y Zamuk llegaban en ese momento, limpiándose aserrín de los uniformes, y sin apretar el paso. Sus rostros se veían acalorados, pero no descompuestos, notó – con algo de íntima satisfacción – Dimitri Rodionovich Timoshenko.
El camarada carcelero, presintiendo la respuesta, inquirió a los prisioneros sobre el grado de avance de la tarea. Tanto Wolkof como Zamuk, parados no muy firmes, pero sin que su posición pudiese ser tachada de indolente, contestaron al unísono: “Terminada, camarada Dimitri Rodionovich”.
Dimitri Rodionovich, secamente y con un ademán, los envió al comedor. Una vez alejados, anotó sus nombres  nuevamente  para el trabajo en la cocina al día siguiente.


A la mañana siguiente, la taiga amaneció como de costumbre, pero el camarada Konstantin Davidovich Volodsky parecía de peor humor. Se acercó a Dimitri Rodionovich  y, sin siquiera preguntar qué tareas debería desarrollar ese día Wolkof y Zamuk , le ordenó que los enviara – a ellos y sólo a ellos –  a vaciar las letrinas del campamento y distribuir su contenido, presumiblemente como abono, en la base de cada uno de los abedules recién plantados en la periferia del campo.
Dimitri Rodionovich, sin inmutarse, giró sobre sus talones, buscando al cabo Buriatin con la mirada, pero, al no hallarlo inmediatamente, gritó los nombres de los reclusos, mientras tomaba nota mentalmente de la falta de su subordinado directo.
Wolkof y Zamuk se cuadraron, ni muy obsecuentes ni muy contestatarios, ante el viejo Rodión, quién los impuso de sus obligaciones para el día, en pocas palabras, tal su costumbre.
Si algo pasaba en el interior del camarada carcelero, no se reflejaba en su rostro. Expresar las emociones era superfluo, le había enseñado su padre, y Dimitri Rodionovich, que había servido a la Revolución luchando contra la intervención, y sobrevivido a la invasión alemana defendiendo a la madre patria, nunca encontró motivos que lo convenciesen de lo contrario.
Esa tarde, recorriendo el perímetro del campo, el viejo revolucionario, guardia rojo, partizano, suboficial del glorioso Ejército Rojo y actual carcelero, tuvo que reprimir una sonrisa de satisfacción, cuando vio la prolijidad con que habían realizado su trabajo los condenados traidores desviacionistas troskystas, distribuyendo de forma uniforme todo el contenido de las letrinas del campamento en todos y cada uno de los abedules plantados cada cinco “arshins”. El viejo Dimitri  no podía acostumbrarse, más de veinte años después de su implementación, al sistema métrico decimal.
Esa noche, Dimitri Rodionovich se ocupó personalmente de que los delincuentes antisociales y contrarrevolucionarios Wolkof y Zamuk no tuviesen ningún trabajo extra, e incluso que el recluso que servía el “borshch” se ocupara de que Wolkof y Zamuk encontraran algo más sólido que remolachas en el fondo de la sopa. Si los reclusos lo notaron, no se lo hicieron saber, quizás agotados por el trabajo que normalmente hacían ocho personas, o quizás por participar de las ideas del viejo Rodión Petrovich respecto a la expresión de los sentimientos.


Por la mañana, la temperatura había bajado de forma notable, y el camarada carcelero Dimitri Rodionovich Timoshenko esperaba la llegada del camarada oficial Konstantin Davidovich Volodsky, barruntando tal vez qué tipo de trabajo les impondría ese día a los reclusos Wolkof y Zamuk.
Pero Kostia había tenido una mala noche, o estaría redactando su informe semanal, el caso es que no se hizo presente esa mañana. Dimitri Rodionovich dejó que la distribución de tareas se hiciese según el orden del día, sabiendo que Wolkof y Zamuk serían asignados a su puesto de trabajo habitual. Siguió a los reclusos y, ya en la cocina, les señaló un montón de bolsas de papas, ordenándoles que separaran las grandes de las chicas, para distintas comidas.
Si alguien le hubiese prestado atención al curtido semblante del viejo revolucionario, habría detectado algo así como una sonrisa cuando dejó a los condenados reclusos traidores troskystas sentados en unas sillas bajas, con las bolsas de papas ante sí, y en el casi confortable ámbito de la cocina.
La noche no tardó en llegar más que de costumbre, y terminando otra de sus recorridas el camarada Timoshenko se dirigió a la cocina.
Los condenados traidores desviacionistas troskystas Wolkof y Zamuk, sentados frente a frente, con el mismo montón de bolsas a sus espaldas, y una de estas, abierta entre ellos, discutían acaloradamente.
Esta imagen fue demasiado para el viejo carcelero, que, tirando por la borda todo lo aprendido de su padre, demostró con creces los sentimientos que lo embargaron en ese momento:
“¡Ahh, troskos de mierda! ¡Son buenos para serruchar el piso y desparramar mierda, pero cuando tienen que tomar una medida no sirven ni para clasificar papas!”

miércoles, 1 de octubre de 2014

Realidad y fantasía

Niegan que haya operaciones de desestabilización. Lo hicieron siempre. No buscan echar por la fuerza al gobierno: sólo buscan que se caiga a pedazos. Ellos nunca desestabilizan, no lo hicieron contra Perón, Frondizi o Illia. Ellos siempre apoyaron los procesos democráticos y cuando el nivel de deterioro de los gobiernos civiles llegaba a un punto grave, se escuchaban comunicados del comando en jefe de las FFAA diciendo que debido al estado de descomposición institucional en que se hallaba el gobierno, las fuerzas Armadas se veían en la obligación de tomar el poder a fin de generar las condiciones óptimas para el retorno a una democracia plena de diálogo y consenso. Desde lo discursivo, nunca hubo golpes militares en contra de la democracia, siempre se los hizo para favorecerla. En realidad, si algo buscaron incansablemente a través de los años  fueron democracias con gobiernos funcionales a sus intereses, y si no lo lograban volvían a pudrirla para nuevamente reiniciar ese jueguito perverso.


Los mismos que niegan ser de derecha, los mismos que negaron el carácter antidemocrático y antipopular del golpismo, los mismos que organizan corridas contra la moneda son los que ahora pretenden hacernos creer que la presidenta fantasea y ve fantasmas donde no los hay.

El viejo truco de siempre, que ahora somos cada vez más los que lo descubrimos.

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