Reflexiones playeras

Uno observa, mira, especula. Uno ve al gobierno tratando de poner pila al consumo y librando una sorda batalla contra monstruos como Techint, que luego de ganar a raudales ante la primera dificultad amaga con despidos masivos. Se ve a un gobierno haciendo lo que puede para que al país no se lo devore el tsunami con origen en la explosión primermundista, y se lo ve, también, avanzando a los tumbos. Por el lado del dispositivo opositor se percibe la miserable apuesta al fracaso. Claro, si todo se viene abajo quedará avidenciado que la culpa la tuvieron dos gobiernos que hicieron lo que no se debía. Quedará claro que no hay que volver al Estado; que no hay que enfrentarse a los poderes constituidos, que lo que hay que hacer es administrar las cuentas públicas siguiendo las directivas de las corporaciones de cada área.

Al fin y al cabo este es el eje de la disputa: El intento de reconstituir el Estado como único resguardo de la sociedad de a pie versus el modelo estructurado en los noventa donde todo queda en manos "privadas" y se elije un presidente para que se encargue, con presupuestos cada vez más escazos, de la salud, la educación y el sistema carcelario porque el resto, el resto ya está organizado. El tercio de los favorecidos ya armó su red privada de educación, salud y seguridad, o sea que ya está. No se necesita nada más, salvo garantizar que nada ni nadie se meta en sus asuntos.

Es notable entonces que con todo lo que está pasando no se le caiga una sola idea o proyecto a las figuras que fungen de opositoras (porque no se puede hablar de fuerzas dado que son agrupamientos que responden a caudillos de poca monta) Escuchar a Macri o De Narváez es desalentador, pero no por ellos, sino porque delatan lo bajo que ha caído el nivel de la política en nuestras tierras. Y porque es la constatación de todo lo que ha caído intelectualmente buena parte de la sociedad.

Incluso escucharlo a Massa da pena. Al fin y al cabo por el lado del oficialismo tampoco abundan los cuadros que infundan respeto.

La trama preelectoral es la comprobación más impúdicamente obscena del bajo vuelo: Solá puede sentarse a conversar con Macri y De Narváez sabiendo que con viento a favor y en bajada pueden llegar amontonados al domingo electoral de octubre porque el lunes posterior ya cada uno seguirá su camino. Saben los tres que el colo no compite para las presidenciales de 2011, pero sí los dos ingenieros; Sabe Solá que el colo tiene que encabezar sí o sí la lista para quedar perfilado al sillón de Dardo Rocha y que entonces, si él renuncia para ir segundo, saca poco provecho del resultado electoral. Sabe Macri que si su vicejefa gana bien la capital él queda muy posicionado para las presidenciales y que por eso no va a aflojar ante un Solá que, además, tendrá que demostar qué tiene, además de pinta.

Los tres saben que lo suyo es un amontonamiento donde todos se usan, donde convergen para ver qué pasa en un tactisismo político con horizonte semanal. Es como que se mueven en pos a los titulares de los diarios tratando de mantenerse en la cresta de la ola.

¿Piensan en cómo los ve la sociedad? Creo que no. Que no les importa. Que lo único valedero es estar ahí.

Por el lado de la Alianza 2.0 las cosas no son muy distintas. Desde el intendente rosarino acusando al PJ y la izquierda de "actuar en los piquetes", reeditando los peores vómitos de macartismo, hasta el Toti Flores haciendo prensa sobre posibles incorporaciones de Castells y Alderete a la entente liderada por Carrió, todo es una sucesión de movimientos meramente especulativos.

La Mesa de Enlace sigue con sus aprietes tratando de filtrar soldados en cualquier lista, ratificando una vez más, entonces, que Macri, Solá, Carrió, De Narváez, Stolbizer, Cobos, Duhalde y Binner son lo mismo, a menos que alguno de los nombrados lo desmienta con hechos, obvio.

¿Está bien lo que propone el gobierno para aguantar el cimbronazo del capitalismo mundial? Si uno busca una postura al respecto desde el lado de las figuras opositoras no encontrará nada. No se opina ni se propone nada. Eso sí, tratando de seguir lucrando con el arrime al campo, piden a gritos la eliminación de las retenciones, confundiendo quitas a ganancias voluptuosas con asuntos de otra índole como la sequía. Pero no les importa, lo que vale es estar "al lado de".

El gobierno por su lado sigue sin encontrar una postura, ya no una política, ante el sector rural. Se sigue muñequeando y no parece ser esta modalidad la respuesta a una problemática que sólo puede agravarse dado que somos una nación a punto de colapsar ante el embate de la soja.

Si bien es cierto -como lo hemos dicho hace rato- que con la Mesa de Enlace es imposible consensuar una política para el sector, por lo menos habría que ir generando algunos ejes propios a fin de sentar las bases de una política agropecuaria propia. En esto el gobierno falla, y lo peor es que escupe para arriba. Salvo que con la asistencia por abajo que implementó en los últimos 30 días halla esmerilado la hegemonía de las entidades en el chacareraje.

El gobierno parece no advertir, por otra parte, que el rentista de 200 hectáreas ya no puede volver al campo; que el alquiler de la tierra lo ha confinado al pueblo y que si un día resuelve volver a explotar su campito ya no cuenta con maquinarias, con infraestructura y con una tierra trabajable. Los pooles destrozan la tierra al igual que los propietarios de 800 hectáreas que generalmente mantienen sus campos como billares y desertizan los campitos que alquilan a chacareros en retirada.

Estos chacareros convertidos en rentistas están entonces obligados a jugar para los pooles, a envenenarse con la soja porque no tienen otro destino que seguir alquilando, hasta que llegue el día en que la tierra ya no sirva para nada. Pero ese es un problema de largo plazo y, ya sabemos, el largo plazo es eterno en un país donde se mira con una estrategia a lo sumo de meses.

El gobierno es el que debiera tener un plan estratégico. En esto tiene mayor responsabilidad que el chacarero y hasta que las entidades de las patronales que en definitiva tienen como objetivo maximizar sus ganancias.

Uno ve, entonces, todo esto desde la tranquilidad de un mar sereno y ratifica que desde la oposición no hay proyecto alternativo (o que el proyecto es volver a los noventa) y lee un comentario chicanero en el post de ayer diciendo algo así como que "Cada gobierno tiene la oposición que se merece" y que, por ende, "Un gobierno de mierda tendrá obligatoriamente una oposición de mierda" y se queda pensando en esta lógica, en este razonamiento que al golpe de vista lo impacta. ¿Será así? ¿Puede corresponderse un gobierno bueno con una oposición tan chota? Lo piensa y concluye que que sí, que puede haber un buen gobierno con una oposición berreta. Lo hay de hecho. La pregunta es ¿Es tan bueno este gobierno como debiera serlo? Ahí te quiero ver...

¿Hace todo lo que debría hacer un gobierno bueno? En absoluto.

Es tímidamente un gobierno plagado de errores pero que se nos presenta como mejor a las posibilides que pueden ofrecer administraciones encabezadas por Macri o Cobos (el resto creo que no da para presidenciable con chances)

Es un gobierno con un trazo grueso interesante pero con actos de gestión en muchos casos muy pobres. Los aumentos de luz y gas a los sectores acomodados de la sociedad no han sido producto de un compromiso profundo con los de abajo. No. Han sido un manotazo ante cuentas públicas que se complican. Manotazos que uno en definitiva apoya por la injusticia que significaban esos subsidios.

Para finalizar estas líneas un tanto raras, digamos que mientras le sacamos arenita a la berlinesa, vemos un oficialismo muy recluído al segundo cordón del conurbano y muy obligado a pactar con impresentables como Reuteman, Busti o Schiaretti ¿De qué pueden servir un triunfo del Lole o una decorosa elección en Códoba? ¿Alguien le atribuirá ese triunfo al gobierno? En absoluto.

Se corre el riesgo, entonces, de sacar una buena diferencia en el famoso segundo cordón, diferencia que será sepultada mediáticamente por sospechas de fraude con lo que, políticamente su significado es pobrísimo.

A esta altura del tecleo irrunpe con todo su dramatismo la certeza de que el gobierno está en serios problemas; que si gana se sospechará de su triunfo; y que lo mejor que le puede pasar es que Reuteman derrote a Binner y Macri a la gordi, para que la posibilidad de verlos a ambos con serias chances presidenciales genere condiciones para un agrupamiento a su izquierda encabezado por ¿Néstor?