domingo, 1 de julio de 2012

Y péguele a Cristina

Leer la columna de Carlos Pagni es un buen ejercicio para ver cómo se pueden elaborar miradas sobre, en este caso, las actitudes de Cristina y su discurso del martes pasado. Para Pagni, no hay intentos desestabilizadores ni enemigos, ni mascarones de proa de los sectores que aspiran a sacar del gobierno a Cristina en la primera de cambio. La realidad, según el calvo escriba, discurre con normalidad salvo para la mente enfermiza de la presidenta que ve enemigos por todos lados. Es que una de las grandes construcciones del relato opositor es que el kirchnerismo ve enemigos por todos lados y se pelea con todo el mundo, como si Macri tuviera algún sector político en la ciudad con el cual conversar o como si "el padre del diálogo y el consenso", Raúl Alfonsín, no se hubiera peleado todos los días de su gobierno con algún sector político o empresarial.

Cuando la derecha dice que el gobierno está peleado con todo el mundo en realidad está diciendo que está peleado con ella y gestiona en sentido contrario de sus intereses. Moyano lanza un bloqueo con aspiraciones devastadoras pero quien no dialoga es la presidenta. Cristina en una semana se entrevista con los principales líderes del mundo, con Dilma y hasta visita por primera vez el estado libre asociado de San Luis, pero en el relato mediático opositor "estamos fuera del mundo".

Tanto Pagni como Fontevecchia y Van der Koy coinciden hoy en analizar a Cristina desde costados psicológicos, como que está desequilibrada, como que no ve lo que está pasando en la realidad. Claro, es mucho más fácil mirar las cosas desde ese lugar que reconocer que Moyano ya no les sirve, que la operación con el dólar quedó en la nada; que YPF se recuperó y que hasta Slim viene a hacer nuevos  negocios en el país, que la acordada de la Corte Suprema le puso un límite a Clarín y tendrá que empezar a desprenderse de medios, que hay yerba y azúcar y que aunque la situación de crisis mundial impacta en la economía, sus ramalazos no tienen el impacto que, por ejemplo, tuvo el tequila en los noventa.

Lo que es realmente desopilante es esa certeza de que la presidenta no ve lo que sucede en el día a día. Resulta que un gobierno con poleas de transmisión que lo conectan con el concejal del pueblito más alejado, no tiene datos de la realidad. Eso es genial, todo un hallazgo. Lo que sí sucede es que la realidad que diagrama el dispositivo opositor dista bastante de la que vive la mayoría de los argentinos de a pie. Claro, en la realidad de La Nacion, Cristina está desorbitada. No es nuevo.

¿El gobierno tiene problemas? Por supuesto que los tiene y a montones. ¿Argentina tiene problemas? Claro que sí, es imposible no tenerlos en un mundo que está hasta las manos donde nuestros principales socios también sufren las consecuencias. El punto está en si las recetas para responder a los desafíos serán las que La Nacion y cía proponen -ahí está Europa de fiesta con su aplicación- o si el gobierno buscará, como es su estilo, soluciones distintas que por supuesto se sitúan en las antípodas del pensamiento liberal conservador.

Pero no es casual la virulencia de Pagni del día de la fecha, en un punto se inscribe en la concepción de este Editorial del martes pasado que peligrosamente avanza en una devaluación del funcionamiento de la democracia en varios países del continente, incluído por supuesto el nuestro para justificar el golpe a Fernando Lugo. Se nota cierto hartazgo y desesperación porque no encuentran la forma de entrarle a los gobiernos populares. En Argentina eso está a la vista de todos. El teñido que le hicieron a Hugo Moyano coronó todos los ejemplos. Luego de hablar pestes durante años del camionero, lo transformaron en la nueva esperanza blanca, pero se comieron un acto pobre, un discurso penoso y un movimiento obrero que no entró en la variante, para colmo hasta Héctor Recalde se despega, mientras a Piumato se le partió judiciales porque un sector no se adhirió al paro del miércoles, y Plaini y Schmidt están cada vez más lejos del camión. Por eso La Nacion endurece su ataque, porque no encuentra un espacio político que les sea funcional y que, por ejemplo, esté en condiciones de estructurar algo para las legislativas del año próximo.

Lo preocupante -volviendo al editorial del martes- es que según La Nacion, gobiernos como el de Cristina no respetan la Constitución. No ofrecen muchos ejemplos para corroborar tamaña afirmación pero se paran ahí para justificar el golpe en Paraguay y decir, en definitiva, que cualquier democracia donde no se cumple al pie de la letra con la Constitución podrá ser "tocada" si las condiciones así lo ameritan. Lo que intentaron con Cobos pero les salió para el diablo, en definitiva. El punto es que para La Nacion hay un funcionamiento de la democracia, digamos, bueno, y otro malo. En su mirada, el funcionamiento óptimo supone, para empezar, que ninguna fuerza supere el 50% de los votos porque ello ya es autoritarismo. Lo que ellos quieren es un sistema de varias minorías donde siempre exista la posibilidad de armar Grupos A dispuestos a cumplir al pie de la letra con el mandato de los grupos económicos. El diseño de un parlamentarismo destituyente que se ponga en funcionamiento toda vez que el gobierno de turno se porte mal...

Por suerte en Argentina ese diseño no cuaja y la segunda fuerza tiene sólo el 18 % y su frente interno convulsionado mientras que el resto da pena. Moyano es pasado, los cacerolos también y el gobierno hasta se puede dar el lujo de equivocarse que no tiene enfrente nada que los pueda capitalizar. De hecho, con sólo obtener un 35 % en las elecciones del año entrante, Cristina tendrá un parlamento favorable hasta el fin de su mandato.
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2 comentarios:

Ana dijo...

Impresionante claridad. Lo voy a linkear en mi blog. Gracias.

Politico Aficionado dijo...

Que tipo desagradable este Pagni. Si se muerde la lengua no sobrevive ni 3 minutos.

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