
Maestro de la perogrullada política, Eduardo Duhalde es un compilador de “Grandes Exitos” del discurso dominante en el país. Ahora plantea que hay que armar un proyecto que incluya hasta los seguidores de Videla…
Causa gracias
Y mete miedo
Lucas Carrasco es quien mejor ridiculiza el discurso duhaldista, quien con una gracia singular le saca jugo a máximas del hincha de Banfield como aquella de que “tenemos que ponernos de acuerdo en cuatro o cinco temas”
Hace días, Duhalde pidió que las Fuerzas Armadas se sumen para combatir “la inseguridad”, ahora lo menta a Videla. Está juntando votos de la derecha dura, de esa argentina agazapada, profundamente golpista, que sigue vivita y coleando.
No preocupa Videla, ni preocuparía tanto Duhalde sino existiese un bolsón reaccionario de tal tamaño.
Hay, en efecto, un núcleo duro embanderado con lo peor del terrorismo de estado. Y ojo que es más numeroso de lo que pueda suponerse. Excede y por mucho a los grupetes que junta Cecilia Pando.
Pero hay otro sector, mucho más numeroso aún y es esa asociación sin fines de lucro que nuclea al boludo tipo argentino, esa troupe de “vivos” funcionales que siempre tienen la oreja preparada para recepcionar las guarradas de Duhalde. Esos son realmente peligrosos porque son muchos. Son los que votan a Macri y después cacerolean porque se les inunda la cuadra y se quejan ante las cámaras porque “nadie hace nada” o que en estos días saldrán a putear porque el gobierno porteño les aumenta los impuestos para subirle el sueldo a los docentes (que tienen dos meses de vacaciones, etc, etc) Son los adalides del “no me jodan”, una rara especie de pseudo anarquistas de derecha. Son los cancheros, los piolas de la cuadra, los que permanentemente la tienen re pero re clara, los que repiten a cada instante que “siempre fue así y no va a cambiar”. Entraron al Estado por su padre, se patinaron el retiro voluntario con Menem, recorrieron todo el espinel del cuentapropismo y ahora le están sacando el jugo al Renault 21 vetusto que funge de remis.
Esa es la clientela de Duhalde y al mismo tiempo un contrapeso para todo proyecto que intente cambiar alguito la realidad, porque como dice el dicho popular, siempre es más complicado el equivocado que el ignorante. El equivocado cree que sabe, cree que tiene la posta, y en su fracaso personal proyecta el fracaso colectivo. Estos tipos que se las saben todas pero cada vez están peor terminan finalmente adhiriendo a las opciones más ramplonas por la sencilla razón de que les fue horrible en todo lo que emprendieron y total ahora, “perdido por perdido”… vocé me entiende ¿no?
Pero en su discurso nunca hay un reconocimiento de errores, una pizca de autocrítica. Ellos siempre hicieron las cosas bien, los que hicieron todo mal fueron los gobiernos. Los gobiernos que ellos mismos votaron pero jamás lo confesaron. Nunca votaron ni a Alfonsín ni a la rata ni a la Alianza. El mismo Duhalde que les dijo “El que depositó dólares, recibirá dólares”, ese mismo caradura al que tanto putearon, ahora los vuelve a convocar y estos especímenes, ejemplares del boludo tipo argentino, le vuelven a creer y vuelven a fantasear con que regresando a los tiempos idos de los noventa finalmente le encontrarán el agujero al mate.
Ahí anda Duhalde con sus 20 Grandes Éxitos de la mano de Terragno prentendiendo hacerle creer al país que la solución a todos nuestros problemas pasa por la entente radical-peronista del pacto de Olivos y el derrocamiento a De la Rúa. He aquí un discurso insostenible que no resiste el mínimo cotejo con nuestra historia reciente, pero apto, muy apto para los oídos de esta tribu.
Duhalde y Terragno plantean que sin tensionar el status quo, sin tensar ninguna de sus contradicciones, el país retomará la senda del crecimiento y la redistribución. Este discurso sólo puede tener anclaje en cabezas tomadas por la desmemoria, en mentes dominadas por ese hábito de proyectar la vida a través de los titulares de TN. Antes no había tantas teles en los kioscos, en las sala de espera, en los bancos y en cada lugar habitado por argentinos (sólo falta que pongan algunos LSD en las salas funerarias) Entonces ahora la coyuntura se reduce al “minuto a minuto” y la perspectiva histórica a media hora cuando lleguen los nuevos titulares, que son en un 90 % los mismos de la media hora anterior. Esto limpia cabezas, higieniza cerebros. La gente pierde la memoria, pero además se suma un actor nuevo que pinta para disputarle seriamente el control del Movimiento del Boludo Tipo Argentino a los que se fueron del Estado con Menem. Son sus hijos, los que crecieron con la revista Caras y con el Gomazo de Tinelli y el bilardismo de Torneos y Competencias. Esos a los que la inventiva sólo les sirve para dejar comentarios anónimos en los blogs, repitiendo titulares de Perfil.
Duhalde y Terragno operan sobre esas cabezas vaciadas prometiendo que volver a lo que nos llevó al borde del precipicio ahora nos conducirá a la gloria.
Lamentablemente, muy lamentablemente por cierto, ese mensaje cala hondo en esas cabezas vacías de ciudadanos que ya no tienen el puesto en el Estado, que ya no tienen la galletitería, ni la pañalera que resultó un fracaso, tampoco el parripollo que funcionó un añito y nada más, mucho menos el “drugstore” (que era muuucho más que un kiosco, vistessss) que en verdad dio pérdida desde el primer día. Ahora sólo queda el alquiler de la casa de la vieja y ese auto avejentado, con gomas lisas, con el que se yuga la diaria.
Lamentablemente hay cosas a las que no se puede volver.
Por eso se ilusionan con retornar a esos tiempos idos, aunque no se dan cuenta que ya no son los mismos y que casi no les queda nada, salvo, eso sí, ese típico envalentonamiento, esa pose, ese aire de superados.
Eso que a veces nos hace sentir unos malnacidos por pensar que en un punto tienen bien merecido que les vaya como les va.
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