Con curiosidad observo que algunos post que me parecen importantes porque intentan mejorar la calidad y profundidad del debate pasan un tanto desapercibidos, al menos en lo referido a los escasos comentarios que generan. Esto siento con el post de ayer a la mañana donde planteo que
hay que ensanchar la discusión política recuperando cuestiones ideológicas que parecen ser ya parte de un pasado muy lejano.
Prefiero sospechar que su nula repercusión se debe a que los visitantes del blog pasaron muy a las apuradas antes de suponer que estos debates no interesan.
Es por eso entonces que lo vuelvo a publicar porque merece más atención.
ENSANCHAR LA DISCUSIÓNPensando los términos en que el dispositivo mediático y la Iglesia abordan
el tema de la pobreza; viendo cómo La Mesa de Enlace hegemoniza a sectores de la oposición y analizando cómo está el debate político en general en estos días se me ocurre que nos estamos olvidando de algo: La ideología. ¿No habrá que darse algunas vueltas por las cuestiones ideológicas, no habrá que revisitarlas para ver si en una de esas logramos clarificar un poco las discusiones?
Digo (escribo) esto porque pareciera que estamos ciñendo las conversaciones a cuestiones meramente instrumentales. Años atrás se planteaba que para mejorar la situación social era necesario emprender
transformaciones profundas en la estructura económico-social del país. Años atrás entendíamos que era imposible lograr mejoras en la
lucha contra la pobreza si no se producían fuertes cambios en la economía, pero todo eso lo decíamos porque partíamos de la base que el capitalismo era un modo de producción injusto y que por ello no respondía a todas las demandas de la sociedad, por eso incluía a sectores mientras marginaba a otros e incluso dentro de los que incluía, sólo una minoría podía gozar la fiesta de la abundancia y la riqueza mientras las mayorías estaban condenadas a vivir con lo justo.
En aquellos años definíamos la contradicción principal en términos de
Liberación o Dependencia y de ahí para abajo todas las formulaciones estaban fuertemente influenciadas por postulados ideológicos socializantes. En aquellos días no se hablaba de "Nacionalismo Popular", se decía eso mas un agregado: "Revolucionario". Era la época del Nacionalismo Popular Revolucionario, ese Nacionalismo que para ser popular debía ser eminentemente revolucionario, ese nacionalismo que para tener capacidad revolucionaria debía ser popular, esto es, tener un contenido social de trabajadores sumados a los
pequeños y medianos empresarios del campo y la ciudad. Sobre esa base social se debía apoyar el proyecto transformador y esa base se unía entendiendo que no tenía otra alternativa política para avanzar en la conquista de un futuro de mayor calidad en términos de una distribución más equitativa de la renta nacional.
Cuando volvió la democracia había anchas franjas del peronismo y el radicalismo mas fuerzas como el Partido intransigente, Humanismo y Liberación de la DC y el mismo PC que seguían levantando a grandes razgos estos postulados que habían sido el eje de la mayoría de las plataformas políticas en los turbulentos setentas.
No hay que profundizar mucho la investigación para concluir que el retroceso ha sido feroz y que hoy se llega al extremo de que hasta la Sociedad Rural se anima a correr por izquierda al gobierno con la pobreza.
Hoy todo se limita a discutir
cuestiones instrumentales, a ver de dónde salen los recursos para paliar el hambre, incluso se escucha a dirigentes honorables decir que si en el Congreso se aprobara un ingreso universal por hijo de unos 350 pesos, ya está, se soluciona el problema del hambre.
La verdad es que nos encantaría que fuese así de fácil, pero se nos ocurre que con eso no alcanza. Se nos ocurre que hay muchas más cosas que hacer además de otorgar una suma fija a los sectores más desprotegidos de la sociedad y para ello hace falta definir
qué tipo de sociedad queremos edificar y para qué. Tenemos que definir qué hacer tanto para generar la suficiente cantidad de empleo como para integrar nuevamente a los desplazados al capitalismo como postulado de mínima.
Como decía Carlos Auyero, los marginados claman por volver a ser explotados ¡Pavada de paradoja! Hoy pareciera que una política transformadora debería antes que nada poner el acento en transformar a los cartoneros y desocupados en proletarios. Hoy ya es un paso adelante transformar al marginal en un obrero que tenga un sueldo en blanco y una jubilación como la gente.
¡Cuánto hemos retrocedido!
¿Qué quedó de aquella necesaria
unidad de los del medio con los de abajo como única forma de potenciar el empellón contra las minorías explotadoras, aliadas a la oligarquía y el imperialismo?
Hoy en día parece imposible que un matrimonio joven, con empleo en el rubro servicios pueda compartir un proyecto político con un trabajador afiliado a la UOM y un cartonero. Esa necesaria unidad está hecha trizas y ahí se fundamenta la victoria que en términos ideológicos viene teniendo la derecha en el marco de esta
restauración conservadora en boga.
Es que nos convencieron que pensar en cuestiones como "Liberación o dependencia" era perder el tiempo. Es que Fukuyama con su fin de la historia y todo ese trabajo ideológico ligado al concepto de la "Globalización" de los noventa no fue en vano y tuvo una penetración mucho mayor de lo que suponíamos. Si se quiere, no hizo demasiada mella en las generaciones que ya estaban más o menos moldeadas, pero hizo estragos en las que se estaban cocinando porque ahí entró hasta el hueso.
Merced a ese triunfo
nos sacaron de la agenda la necesidad de la transformación revolucionaria de las estructuras del capitalismo dependiente y para colmo la implosión de la URSS fue el golpe de gracia. El mundo quedó definitivamente inclinado para un lado y se instaló la noción de que cualquier intento de cambiar era una pérdida de tiempo. Poco a poco fuimos dejando de hablar de
socialismo, de
liberación "Nacional y Social", los debates fueron centrandose en cuestiones de gestión donde la irrupción de Chacho Alvarez fue instalando la noción compleja y discutible de que el problema del país era básicamente de "gestión" y entonces, de un día para otro nos encontramos discutiendo en términos de "gestión" de una manera crecientemente desideologizada y ahí fue donde aparecieron los gurúes con el regalito de la copa y más tarde aparecieron los prestidigitadores mediáticos a hacernos creer que esa copa tarde o temprano se llena y derrama mucho... (Y cuántos se lo creyeron...)
Imperceptiblemente dejamos de hablar de países centrales y periferia, ya no usamos las categorías Norte-Sur para definir el núcleo del conflicto, entonces es obvio que olvidemos aquellas lecciones de la historia según las cuales
todo lo que falta en algún lugar es de una u otra manera equivalente a lo que sobra en otro; Hemos dejado de pensar en esos términos y hemos por ende achicado el margen de discusión y en ese achicamiento perdemos, en ese achicamiento cobra fuerza la discusión circunscripta a la gestión, y ahí estamos fritos porque nuestro problema antes que de gestión es de injusticia. Nada soluciona una gestión eficiente si la estructura de la sociedad sigue conservando una matriz profundamente desigual
Tenemos que ensanchar la discusión y mucho. Hay que volver a poner cuestiones ideológicas en la canasta porque de lo contrario no hay forma de contrarrestar la ofensiva. Si seguimos así nos asemejamos a un tenista experto en polvo de ladrillo que está condenado a jugar en superficies rápidas, o sea que estamos condenados a seguir perdiendo.
Y hay que recuperar el sentido profundo de la palabra "cambio" porque sólo aferrándonos conceptualmente a la necesidad de implementar el cambio podremos llevar la discusión a otro plano.
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