La pregunta de por qué el kirchnerismo tomó determinadas
medidas en un momento y no antes sumado a la impugnación de decisiones contra
factores de poder con los que supo tener alianzas quizá quedará en la historia
como el reproche tipo del antikirchnerismo en todas sus ramas. Más allá de que
estamos hablando de política, materia sumamente dinámica, donde minuto a minuto
las condiciones se van modificando y ello determina los momentos para la toma
de decisiones, hay algo que se debe tener muy en cuenta para componer un
diagnóstico certero de este fenómeno político que gobierna hace una década:
Cuando se rompe una alianza, en lugar de negociar o replegarse, el kirchnerismo
embiste y esto es lo que le ha dado un nivel de vitalidad sorprendente.
Cuando le plantearon a Néstor por qué lo había puesto a
Martín Redrado al frente del Banco Central, respondió "¿Y qué iba a hacer,
ponerlo a Kunkel?" Esa respuesta explica mucho de la forma de ser
kirchnerista: no romper lanzas cuando no están las condiciones maduras,
negociar y acumular poder propio para quedarse con todo o bien estar
pertrechado para dar la disputa cuando sea inevitable. La relación con Clarín
es el ejemplo más claro. Luego de haber transitado el mandato de Néstor en armonía,
cuando merced a la crisis de la 125 el grupo se posiciona en la vereda de
enfrente, el kirchnerismo rompe lanzas y pasa a la confrontación abierta.
Ahora vuelve a suceder una ruptura nada menos que con el
entramado de lo que el italiano Norberto Bobbio denomina el criptoestado -un
sórdido entramado que subyase bajo las apariencias del estado formal donde tienen preeminencia los aparatos de inteligencia- y Cristina, en lugar de ceder redobla la apuesta y descabeza la
Secretaría de Inteligencia con las consecuencias por todos conocidas.
Este es el dato distintivo que el kirchnerismo dejará a la
cultura política argentina. Puede ser Clarín, pueden ser las AFJP, pueden ser
los fondos buitre y nada menos que la justicia de Estados Unidos o pueden ser
los servicios y los jueces de la servilleta de Corach. En todos los casos habrá
combate, nunca rendición sin dar la pelea. Y esta característica tiene que
estar indudablemente operando como elemento de cohesión con ese tercio de la
sociedad que sigue lo sigue acompañando.

Cuando se acusa al kirchnerismo de tensar al extremo la
convivencia política argentina en rigor se lo está culpando por no ceder ante
lo dado y no aceptar que, más tarde o más temprano, deba subsumirse ante el
mandato de status quo. Cuando el cacerolismo clama por la devolución del país e
incluso cuando se caracteriza al gobierno como una dictadura, en el fondo se
está reclamando el retorno a ese país donde todo estaba ordenado de determinada
manera y llegado un punto, cuando las tensiones se agudizaban, irrumpía la lógica
cívico-militar para dar golpes de estado que eran presentados como la última
herramienta que le quedaba a la Nación para recomponerse cívicamente y encarar
así el camino hacia una democracia plena cuando estuviesen dadas las
condiciones objetivas. La política dentro de un corralito, acotada, tutelada.
Bien, esa lógica que duró desde 1955 a 2003 ha sido aniquilada por el kirchnerismo
pero como estamos en esa típica fase de transición donde lo viejo aún no está
del todo muerto y lo nuevo aún no ha terminado de nacer, padecemos un nivel
turbulencia que por momentos agobia.
Luego viene la discusión sobre la validez o no de esa
actitud del kirchnerismo. Va de suyo que me encuentro entre quienes entienden
que sin esta postura no se habrían logrado avances en muchas áreas, pese a
que aún reste mucho por hacer e incluso mucho por corregir. También habrá que
discutir si por ahí no se le va la mano en sumar confrontaciones que quizá podrían
evitarse o al menos escalonarse. Lo indiscutible es que las batallas centrales que había que dar se
han dado y que la de estos días quizá sea la más dura de todas porque el
enemigo tiene un poder y un nivel de alianzas descomunal.
De lo que no hay dudas es que si Cristina se animó a
descabezar la secretaría de inteligencia es porque evaluó que cualquiera de las
opciones restantes era aún más perjudicial.