Nunca el dial estuvo tan infectado

Es muy feo tener que andar escapándole a la mayoría de las emisoras de punta de la ciudad de Buenos Aires. Y no es que uno busque sólo “buenas noticias del gobierno”, no, para nada. Tampoco es que se persiga el hallazgo de una información “objetiva” dado que hace ya décadas nos hemos anoticiado de su inexistencia.
Lo que se busca es un poco menos de “manija”. Menos excitación opositora, o si se prefiere, menos oposición ramplona y previsible, eso se busca. Un poco más de calma, una vueltita de tuerca más a la preproducción de las notas, un cachito mas de nivel ¿Es mucho pedir?
El jueves pasado se llegó al extremo hasta de violentar el concepto de “Columna de opinión” (Porque las columnas no se debaten. Una columna es un espacio de expresión , no sujeto a intercambio. La columna está siempre afuera de los momentos coloquiales o de tertulia que tienen los programas de radio)
El caso es que luego de la estupenda columna de Orlando Barone en Continental -Uno de los pocos espacios de opinión verdaderamente libre que hay en esa emisora- el locutor Daniel López hizo al aire un comentario entre dientes lamentable diciendo algo así como “Lástima que no tenemos tiempo, porque como yo vengo del campo y conozco bastante del tema podría desmentir mucho de lo que dijo Orlando”
Esto es muy perverso porque se permite que un periodista con la estatura e integridad de Barone opine pero a continuación se lo descalifica, se lo cruza mal, entonces ¿Cómo es el asunto? ¿Le damos una columnita de 3 minutos para que lea una carilla y atrás le murmuramos descalificaciones? Cualquier iniciado en asuntos de comunicación sabe que actitudes como la de López le quitan valor a lo dicho antes por Barone. Es como cuando después de una determinada nota en televisión, se vuelve al piso y los presentadores ponen caras y gesticulan. Automáticamente editorializan con el gesto y le quitan valor a lo que se vio. Lo mismo acontece con el uso cada vez mas extendido de la palabra “polémico” en sentido descalificador. Ahora cada vez que se nombra al Secretario de Comercio Guillermo Moreno, se le antepone el “Polémico”. Lo mismo ocurre cuando un entrevistado plantea algo que el periodista no puede refutar. Pensemos por ejemplo en un reportaje al productor de San Francisco Carlos Armando, que sostiene con datos en la mano que los sojeros ganan buena plata. Indefectiblemente luego que se termina la comunicación telefónica el periodista dirá: “Bueno, usted escuchó las polémicas opiniones de Armando”... Al decir esto, está desacreditando todo lo dicho por el entrevistado.
El asunto es que la radiofonía porteña matinal, salvo excepciones como Radio Nacional, la Voz de las Madres y Radio Cooperativa está infectada por un frenesí sojero muy pero muy desenfrenado. Los manijazos antigubernamentales son constantes, la selección previa de llamados de oyentes que se pasan al aire y hasta los entrevistados, constituyen un cóctel altamente tendencioso.
Desde que te levantás sabés que vas a escuchar a los cuatro comandantes de la Mesa de Enlace más Biolcatti, De Angeli y algunos otros dirigentes rurales. Sabés que vas a escuchar a Chiche Duhalde, a Felipe Solá, a Elisa Carrió, a Carlos Reutemann y a De la Sota.
Con alguna que otra variante, desde las 6 hasta las 13.00 las grandes emisoras privadas con estudios ubicados en la ciudad de Buenos Aires tienen esa oferta, y de ahí no se mueven.

Los pies para cada entrevista, los copetes de las notas, las acotaciones, todo está como guionado para agredir al gobierno como si se hablara en nombre de supuestas mayorías irredentas que estuviesen reclamando contra una tiranía ciega y sorda.
Y acá es donde aparece un elemento peligroso: El hablar en nombre de mayorías que en rigor no se sabe qué opinan.
Porque la última opinión popular importante fue la de las elecciones de octubre, dado que el resto de la información que anda dando vueltas por ahí ya sabemos que hay que tomarlo con pinzas y no dejarse llevar por encuestadoras que generalmente salen muy mal paradas de las elecciones, pero a los dos meses vuelven a ser citadas como fuentes irrefutables de medición del sentir popular.
Además, si nos guiamos por los cacerolazos, está claro que sólo los hubo en zonas emblemáticas donde habita la “gente linda” de capital y “zona norte”; Porque tampoco es cierto que el interior esté unido mancomunadamente con la patronal del campo. Un análisis somero de los resultados de las elecciones de Río Cuarto ratifica este argumento y además, cada uno que lee este blog en Pehuajó, salliquelló o Corral de Bustos puede dar fe de lo que digo.
Lo que hay es una gran capacidad operativa de un sector que tiene resto para hacer mucho ruido en las rotondas.
Eso hay.
Como también la necesidad comercial y el mantenimiento de las pautas publicitarias de diarios y emisoras locales que no pueden darse el lujo de perder como anunciantes a los consignatarios y las principales firmas del lugar vinculadas al negocio agropecuario.
Pero basta caminar por cualquier pueblo para ver qué piensa y qué dice la gente por lo bajo...
A pesar de esto, el espamento agropecuario llega amplificado a las radios porteñas, y un mensaje de un desaforado de Junín que se arroga la representación de los 100.000 habitantes de ese distrito resuena en el éter porteño como si fuera el clamor de una muchedumbre desconsolada. (Como cuando en febrero, un sacado de Tres Arroyos salió a patrullar el barrio con una carabina y los medios porteños fabularon con que los vecinos de esa ciudad se armaban contra el delito creciente.. ¿Te acordás?)

Hay una gran mentira instalada que se infla, cual globo, en progresión geométrica.
La idea base es que “el campo está al borde de la quiebra”. A partir de ahí se enlaza una tras otra, una sarta de bolazos que de manera penosamente cómplice nadie desmiente desde los micrófonos capitalinos.Y así va subiendo la espuma de un gran malentendido que tiene un claro objetivo: el descrédito del gobierno.
Por eso le andamos escapando a las grandes emisoras, porque se han transformado en un manijazo patético y cada vez menos creíble. Es penoso constatar cómo se miente y cómo se deja mentir y da para pensar en las graves consecuencias que tanta mentira junta pueda generar cuando ese globo reviente.
Nunca el dial estuvo tan infectado, tan monocorde, tan monofónico y tan pobre como ahora.