No ser pavos

Leo a Florencia, leo a Gustavo y se me figura con absoluta claridad que la discusión en un punto no es entre peronistas y progres (Martín sostiene por lo bajo que en un punto todos son progres). Lo que está en cuestión es cómo pararse ante la realidad política concreta, desde dónde.

Desde la aparición del peronismo hay una corriente política, cuya expresión más sólida pero breve quizá haya sido el PI, que postula sintetizar lo mejor de los dos grandes movimientos populares. La idea es que tanto el yrigoyenismo como el peronismo, luego de protagonizar momentos históricos trascendentales, quedaron reducidos a estructuras partidarias con poca o nula capacidad de transformación. En apariencia, uno de los puntos flacos de ese planteo es que el peronismo demostró una capacidad de sobrevivencia y de amoldamiento a los nuevos tiempos que transformó en obsoletos muchos de esos diagnósticos. Un buen día descubrimos que ese movimiento político no sólo no estaba muerto sino que incluso luego del interregno menemista pasó a ocupar un espacio de confrontación con los poderes establecidos, transformando en realidad varios proyectos que unos pocos años atrás nos parecían quimeras.

Entonces aparece la tensión entre dos miradas, entre dos tácticas que disienten en qué hacer, si estar adentro o ir por afuera, al costadito.

Sería un gran error transformar estas discusiones en centrales porque nada está ganado ni mucho menos. El tamaño del desafío es tal que nos exige más que nunca amplitud y sabiduría. Es tan torpe el salir a revolear progres por la ventana como sentarse a pontificar sobre futuras traiciones de la derecha peronista.

Y además es pavo.

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