Este post de la compañera ambalivabal sobre el reconocimiento de un periodista de Clarín que “en todos lados hay cosas que no se pueden decir” me sumerge una vez más (y van…) en las sinuosas aguas de la autocensura, del callar para que no te echen, todo esto potenciado cuando el que calla es al mismo tiempo alguien que dice defender la libertad de expresión, la independencia periodística, la libertad de prensa y toda esa valija repleta de frases hechas y sofismas que la prensa desde sus inicios fue instalando como verdades indiscutibles.
Siempre el empleado es eso, un asalariado que vende su fuerza de trabajo al patrón. Y siempre ese patrón impone determinadas reglas de juego que el empleado deberá acatar o marcharse, salvo que se trate de cuestiones contempladas en las leyes laborales.
¿Pero cómo se cocina esto en los grandes medios?
¿Puede alguien que reconoce que “en todos lados hay cosas que no se pueden decir” venir luego a embanderarse con la independencia periodística? Definitivamente no.
Por suerte todo pareciera indicar que los niveles de credibilidad de los medios vienen bajando sin prisa y sin pausa. Definitivamente es incontrastable que hoy se le cree mucho menos al complejo mediático que en la década del sesenta, donde el “lo dijo la radio” tenía muchísimo más poder de sentencia que hoy.
De no ser así no se explicaría que ante la excesiva crispación del dispositivo mediático y el manijeo constante, el eco en el pueblo sea tan pobre.
Dicho de otra manera: Si la penetración del mensaje de los medios fuera realmente importante ya se tendrían que haber generado varias puebladas para sacar de los pelos a Cristina de la Casa Rosada.
Es que si uno observa en perspectiva el nivel de agresividad de los grandes medios privados, el nivel de mentira, el nivel de deformación de la realidad y si efectivamente ese manijeo surtiera efecto, repito, ya la gente habría salido a las calles, como se dice vulgarmente. Pero no salió. Salieron algunos sectores acomodados a manifestar su apoyo a sus pares de la pampa húmeda y de paso a vomitar su asco por un gobierno que se afirma en los sectores populares, cosa imperdonable para la “gente” de Barrio Norte, Belgrano y Olivos. Pero el pueblo, el pueblo de verdad no salió. Es más, ni siquiera salió en 2001, donde el núcleo duro de la movilización estuvo protagonizado por los mismos que teflonearon el año pasado gritando “por el kempo”, “por el kempo”.
Salió en su gran mayoría todo aquél que tenía su guitita presa.
¡Que apresen a todo el mundo, cárcel para todos los que nos joden la vida, menos para la guitita.!
¡Libertad a mi guitita!!
Y después no me importa más nada, después que enrejen las plazas, después que caguen a palos por las noches a los mendigos, después que la redada bussista se reactive en la gran ciudad mientras los vecinos, bien tapaditos, se duermen abrigaditos.
El manijazo del sistema mediático penetra sí en una fracción de estos sectores acomodados y por supuesto en ese otro bolsón de medio pelo que se mata para ver si consigue algún día un plan para comprase un terrenito en una barrio privado de “zona norte” (Ese mismo que está podrido en la oficina y al leer estas líneas vomita un comentario anónimo que no le voy a publicar)
Pero con eso no alcanza, a juzgar por lo que se ve en la realidad de todos los días. La Cadena Nacional de la Gente Linda penetra fuertemente en ese parque automotor bocinero y prepotente que ensordece la ciudad entre las 8 y las 8 y media. Señores que llevan a sus herederos a caros colegios (muchos con subsidio estatal) y madres como las de las publicidades de actimel, que funden el aroma de sus caros perfumes en paquetas confiterías luego de haber dejado a los chicos en el cole y antes de irse a la sesión de Pilates. Ahí la penetración es total. Ahí el odio y la crispación mete miedo (como también –para qué negarlo- en pobres docentes macristas que sin haberse adherido a los paros de marzo también han sufrido los descuentos de Mauricio y Gabriela, pero por suerte no son tantos…)
Pero como por suerte el país es mucho más que el microclima clasemediero porteño, fuera de estos ámbitos se respira otro clima. No un clima de devoción oficialista, no. Otro clima, otra mirada, otra perspectiva.
Es que así como para el dispositivo mediático “la gente” es todo aquél que tenga un auto y un ingreso como para llegar a fin de mes, el mensaje que emite naturalmente llega únicamente a ese sector. Tomemos el ejemplo de los fines de semana largos donde “la gente” se va a la costa y observemos cómo todos los programas de radio y TV dedican un tiempo excesivo a los consejos para los automovilistas: “maneje tranquilo”, bla bla bla. Un mensaje que deja afuera a dos tercios de la población que no se va a la costa, que no tiene auto y obvio, vive colgada en colectivos y trenes.
Por suerte, pareciera que el pueblo es mucho más que esos bolsones de gente linda.
Y por suerte (y vuelvo al comienzo del post) pareciera que el pueblo es bastante más sabio de lo que se cree. El pueblo sabe si le aumentó la luz, el pueblo sabe si la abuela ahora está un poco mejor porque tiene la jubilación, el pueblo sabe que ahora el tío volvió a laburar…
Sabe también que la cosa está dura, y que la plata alcanza cada día menos. Eso lo sabe, bien que lo sabe. Pero no se olvida que 5 años atrás estaba sin trabajo como tampoco olvida que falta mucho, mucho por hacer.
Por eso cuando veo todas las mañanas las tapas de los grandes diarios, cuando hago una pasadita por las radios privadas (de pueblo) y la veo a la bella Débora Pérez Volpin (que era progre y hasta dio charlas en ETER) haciendo caritas para editorializar los titulares de la patronal pienso que sí, que jode tanta mentira, pero que si nos ponemos un poco las pilas, van a seguir haciendo puchero por varios años más.
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2 comentarios:
Hace un tiempo, con motivo a no sé qué aniversario de la muerte del Che, un diario francés publicó una editorial donde lo acusaban poco menos que de terrorista, asesino, infrdotado y unos cuantos piropos más. A los 2 días, salió por el mismo diario una nota de opinión firmada por toda la redacción donde se comunicaba una posición diferente a la de la Editorial. No sé como es la legislación en materia periodística en Francia, lo que sí sé, es que acá eso sería imposible. Y no es porque las empresas periodísticas son fuertes, sino porque los profesionales no asumen que son ellos los que le dan vida al diario y que deben tener una participación en la toma de decisiones de lo que se publica y cómo. Hoy las redacciones están llenas de timoratos que no se animan siquiera a juntarse a tomar un café por temor a las represalias de la Gerencia. FIjate lo que pasa en La Nación con los despidos indiscriminados, lo que pasa en Clarín con la prohibicion de la formación de comisiones de delegados, lo que pasa en El Cronista con el tema del ajuste salarial. ¿Dónde se publica eso? ¿Porqué razón no sale a la luz? ¿Porqué la gente no tiene derecho a estar informada sobre lo que pasa adentro de los medios? ¿Qué clse de velo negro cubre lo que pasa adentro?
¿Sería muy loco que las redacciones, como cuerpo, exijan una porción de la superficie del diario para publicar lo que crea conveniente?
Una editorial de la redacción, sin firma, pero votada y elegida por los trabajadores en su conjunto, no por la gerencia.
Te puedo asegurar que sería el espacio con mayor credibilidad del diario, al mismo tiempo que lo prestigiaría.
Suena muy idealista? puede ser... pero lo que si sé es que nadie pone en debate si las redacciones están para funcionar como mano de obra barata (escribas del poder económico) o como periodistas ejerciendo su trabajo profesional con independencia de la postura ideológica que asuma la empresa.
Más profesionales y menos empleados, eso es lo que hace falta.
Ellos se quedan con su crispación, nosotros con la CrisPasión!
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