sábado, 22 de marzo de 2008

En el campo ¿Votan contra sus intereses?


En un interesante post, el Criador de Gorilas plantea la aparente contradicción electoral de distritos y provincias donde Cristina y Lavagna, candidatos, “pro-retenciones” obtuvieron en las elecciones de octubre pasado guarismos cercanos al 60 %. Se pregunta el Criador: ¿Están votando contra sus intereses?
Es que el a lo sumo un 20 / 30 % del padrón es “gente de campo” el resto es voto urbano: Empleados de comercio, docentes, bancarios, etc.
Es interesante observar cómo las plantas urbanas cachetean con el voto a los señores del campo. Y más interesante aún es ver cuantas contradicciones hay en estos lugares. Está el “chacareraje”, familias minifundistas con explotaciones que van de 50 a 250 hectáreas y cuya vinculación con la población “común” es de igual a igual.
Y después están los señores que generalmente poseen un piso de 700 y tienen otro tanto alquiladas. Y de ahí para arriba.
Lo que se ve para afuera es que estos grandes propietarios tienen muy clara su cuestión de clase. Presiden las SRA locales, son muy amigos del cura, tienen una fuerte influencia en los partidos políticos del lugar y en asociaciones intermedias. Se los ve como los dueños del lugar.
Pero si uno mira desde adentro ve otra cosa.
En los pueblos hay, como en todos lados, un sector servil y “chupamedias” que siempre hará coro a los señores del campo. Tratarán de que sus hijos sean amigos de sus herederos; se sientan lo mas cerca posible en la misa y en el cine y llegan al éxtasis cuando logran compartir un vermuth el sábado a la tarde en la confitería mas paqueta del centro. Los hay de estos.
Pero después está la mayoría silenciosa, de donde sale el 60 % de los votos obtenidos por los candidatos “pro-retenciones”. Y en este grupo hay, antes que nada, bastante asco por los señores del campo. Porque en los pueblos se conocen todos y ahí no se engaña nadie. En los pueblos todo el mundo sabe quien es el chacarero que se mata laburando y quien el cajetilla que va y viene del campo con su ropa de trabajo intacta y ni una mísera mancha de barro o bosta...
En lo pueblos se sabe qué peón trabaja en cada campo y cuánto y cómo cobra, y en las cocinas se murmuran por lo bajo infidelidades y cruzamientos de datos que a veces ligan a chicas muy “de las afueras” con jóvenes de doble apellido que han sido monaguillos y abanderados...
En las fiestas patronales y en cada acontecimiento importante irrumpen los señores del campo con su pose y su carpincho. Y en un juego de imágenes bastante hipócrita la plebe finge acatar el liderazgo agropecuario. Luego saldrá la nota en la radio, en el canal de TV local y en el semanario del pueblo donde aparecerán, en primer plano, los ricachones del campo. Pero acá no hay hegemonía; acá no hay una población consustanciada con los intereses “del campo”. Acá hay personas que coexisten con “el campo” y saben mejor que nadie qué beneficios reales les da “el productor agropecuario”.
El que vende ropa sabe que a él solo le compran minucias y que los grandes gastos los hacen afuera; el que vende electrodomésticos tiene muy claro que el plasma no se lo compraron a él y el del supermercado está harto de recibir cada dos meses un cheque que sólo achica un poco la deuda que, curiosamente, jamás se salda. Y ve el contraste con la familia trabajadora de la vuelta que religiosamente cancela la deuda el 7 de cada mes.
Seguramente toda esta información se acopia y se manifiesta tímidamente pero con una potencia colectiva feroz en el cuarto oscuro.

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