El desafío

"Dígase que el tosco macrismo es una parte importante de la conciencia en retroceso de un sector de la población, sumergida en miedos inducidos y en soluciones represivas, xenófobas y encastilladas en pequeños privilegios, que no serán tales pues solo contribuyen a una vida atomizada, menguada, sin verdaderas certezas comunitarias, reemplazadas por la derechización del carácter personal y una moral que corroe las capacidades subjetivas de todo tipo."


Buen parrafito de Horacio González, ante todo claro, para definir la pequeñez macrista que expresa una visión de las cosas realmente pobre de sectores medios y medios-altos. Pequeñez que como se viene observando en el conflicto de Soldati no alcanza ni ahí para manejarlo o al menos controlarlo. Macri puede descerrajar parrafadas de una xenofobia asqueante en una conferencia de prensa, pero no más, ese es su techo. Sus problemas de gestión se manifiestan en la educación con chicos que le toman las escuelas, pero cuando el conflicto se da por la tierra y la vivienda, la carencia se paga con las muertes y desastres que estamos viendo por TV. Gestiona mal con sus punteros, con su policiía, con todo ¿Acaso la primera noche tras el operativo de la Metropolitana y la Federal no se le entregó el parque vacío? ¿Qué no hizo para que se llenara de nuevo?


En la base de estos problemas está el problema de la vivienda. Está, es eso y de alguna manera debe se lo debe atender y dar una respuesta que cuanto más profunda y estratégica sea más paz traerá a la sociedad de capital y el conurbano. La gente está acá y en tanto no tenga incentivos para irse, se quedará. En ese sentido me amplió el marco de análisis el diputado provincial del Evita Chino Navarro que dijo hace un rato, en conversación telefónica con Eduardo Aliverti, que lo prioritario para buscar una solución a este problema es tener una Ley de tierras y que recién luego aparece en importancia el plan de vivienda. Esta es, creo, una respuesta propia de un dirigente político que mira un poquito más allá que el resto y traza un camino.


El conflicto de Soldati puede resolverse de varias maneras posibles, pero ello no será más que algo pasajero y superficial. Supongamos que la gendarmería ingrese y saque a la gente que está adentro. Esas personas irán a otro lugar. Es como el agua cuando corre dentro de las paredes. No se sabe para dónde irá, pero sí que derivará de un lugar a otro. Acá es donde el macrismo demuestra su genética de consorcio, su imposibilidad de pensar el problema desde lo estructural y donde el kirchnerismo es también colocado contra las cuerdas porque el parque Indoamericano es sólo la punta del iceberg de una problemática candente que impacta en miles de habitantes.


Cuando discutimos en cómo hacer para que la Asignación Universal llegue al millón o dos de pibes que, sabemos, aún no la reciben, cuando reconocemos que hay serios problemas para llegar a ellos porque hay miles de seres humanos indocumentados, sin domicilio ni ninguna prueba elemental de ciudadanía estamos discutiendo de una problemática que desemboca en el problema de la tierra y la vivienda. Hasta ahora hemos sido capaces de recuperar derechos, de reabrir fábricas cerradas, de volver a darle trabajo al que en los noventa lo perdió, pero por fuera se ha venido consolidando una pobreza extrema que ha avanzado en lugares inhóspitos como sin ir más lejos, los terrenos lindantes a las vías del ferrocarril San Martín en la zona de La Paternal. Casillas de cartón levantadas a menos de dos metros de las vías.


El desafío está ahí, ni más ni menos. Lo más inteligente es mirar el drama en todo su contexto y operar en consecuencia. La clase dirigente argentina pensó en los noventa que encerrándose en los castillos de "zona norte" solucionaba su problema. Creyó que encerrándose en los barrios privados y montando una vida donde todo es de ellos solucionaba todos sus problemas. Creyó que era posible edificar un paraíso con débito automático y a poco de andar comprobó que había filtraciones y que había instantes aciagos porque en algún momento hay que salir a selva y los semáforos son un golpe de realidad, un minuto que les hace sentir un nivel de fragilidad incontenible. Hubo una clase dirigente que en su mediocridad creyó que se salvaba recluyéndose y acá están lo resultados.


El desafío, ahora que se comprobó el fracaso noventista, es tratar de imponer una mirada mucho más profunda y socialmente comprometida que dé respuestas estructurales al problema de la vivienda. Soldati podrá llevarse puesto o no a Mauricio Macri pero eso es anécdota, ojo. El gobierno nacional logrará pararse en un lugar correcto, o al menos no tan viscoso como hasta ahora y el tema momentáneamente bajará como noticia, pero por abajo las brasas siguen encendidas. Ayer Cristian Alarcón, un periodista que conoce como pocos los arrabales sociales explicaba en Radio Nacional que la historia de las ciudades reconoce en su origen una práctica de "toma". En un punto hubo alguien que alguna vez se aposentó en un lugar y a partir de ahí se sumaron otros y así surgieron los pueblos y ciudades. Por eso cuesta en algún momento cuestionar al desesperado que intenta montar una carpa en un parque para guarecerse. Ahora ya están levantadas las ciudades y delimitados los territorios, pero sigue habiendo tierras para poblar y sigue habiendo gente que necesita vivir en algún lado. Acá está el desafío, en poner en marcha proyectos de respuesta estructural. Eso es lo único inteligente ante este cuadro de situación.


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