lunes, 7 de agosto de 2017

De Liniers a Plaza de Mayo


Llegar desde donde vivo a Liniers no es tarea sencilla, requiere mucha voluntad y saber que tarde o temprano uno estará en el arranque de la marcha. Hay que llegar a Avenida Rivadavia, y al toque, cuando a 2 mil metros la cana empieza a cortar, colocar en sinfín a Javier Martínez cantando “Caminamos una calle sin hablar, Avenida Rivadavia” y se llega a tiempo. Mientras estamos entre preparativos y saludos a uno y otro compañero, en las bocinas de la camioneta que encabezará la marcha suena el Blues de la libertad, de los Redondos y la jornada va empezando a tomar color. Arranca la caminata, quince mil metros nos separan de Plaza de Mayo; una cola de desocupados en la vereda esperando les toque el turno para dejar sus datos mira con ese gesto contradictorio que por un lado delata cierta solidaridad con los caminantes, pero por otro ese dejo individualista que tanto ha penetrado en los sectores populares hace que los muchachos terminen observando el paso de la monada con cara de nada, con gesto de “yo estoy en otra”. Al fin y al cabo, caminantes y desocupados en la fila de esa vereda están en la misma: buscan trabajo, pero claro, unos están en la vereda, mejor vestidos y eso hace que se sientan un poquito más arriba de los otros.

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