miércoles, 4 de enero de 2017

El macrismo no está derrotado

2 comentarios:

oti dijo...

Entiendo todos y cada uno de los planteos que se puedan hacer frente a la incertidumbre que nos depara el futuro.

Lamentablemente estamos en una situación preñada de peligros porque la lógica de lo que sucede lleva a un enfrentamiento e inestabilidad político-social muy seria, a menos que CFK tenga éxito en lo que está proponiendo. Si no tiene éxito, la seducción que ofrecen las consignas de oposición y resistencia (sin conducción) van a terminar llevando a que esos peligros finalmente estallen.

Al proyecto ya no se lo puede ir inventando sobre la marcha de la gestión del gobierno y el Estado como hicieron NK y CFK. Ya hay que tenerlo calculado y concebido antes de volver a gobernar, e ir llevando a la mayoría de la sociedad a que acepte eso. Las bases de tal proyecto de transformación tendrán que ser mucho más profundas de lo que fueron durante esa gestión y deberán sentarse en un lapso de tiempo mucho más breve: antes de asumir y durante los primeros 6 meses del futuro gobierno nacional y popular.

Va a haber que modificar la Constitución: quitarle a las Prov. la facultad de endeudarse en el exterior, la propiedad del subsuelo tiene que volver a ser de la Nación, garantizar constitucionalmente la pluralidad en los medios de comunicación, entre otras modificaciones.

También habrá que crear una empresa del Estado del comercio exterior de cereales y oleaginosas y darle fin a la política monetaria de los últimos 25 años.

Hay que crear un sistema financiero y monetario que tenga como objetivo juntar una masa crítica de recursos para financiar un plan de infraestructura (preferiblemente quinquenal) que incluya la construcción de 600.000 viviendas anuales, una red de unos 200 km de trenes rápidos estilo chino o, preferentemente, MAGLEV, represas hidroeléctricas diversas, reactores nucleares, entre otras cosas.

Quizá el plan cueste de aquí a 5 años unos 50.000 millones de U$S, suma que debe ser un poco más que el saldo de los títulos de corto plazo emitidos por el BCRA. Es más o menos lo que se fuga en divisas cada 2 o 3 años en Argentina.

En la actualidad, el control de esos recursos deben estar en manos (de modo muy desparejo) de unas 200 o 300 mil personas (menos del 1% de la población total), entre las cuales unas 50 mil concentra la mayor parte de los mismos.

Como se ve, es una minoría estadísticamente insignificante de la población total pero -y aquí radica el problema político- forma parte de un sistema oligárquico que es global. Esta es la famosa “clase dominante”, la que no tiene, en rigor, nacionalidad alguna, más allá que lo que figura en sus documentos de identidad.

Como se lucha, en última instancia, contra ese sistema global oligárquico tan poderoso es que se hace necesario constituir mayorías sociales muy grandes para poder derrotarlos políticamente. Por eso el peronismo, cuando era bien conducido, desde el punto de vista electoral, siempre fue frentista, porque era conciente de la magnitud del poder a que se enfrentaba si es que quería en la práctica justicia social. Las consignas históricas de ”Pueblo” (Nacional) vs. “Oligarquía” (global o Imperial) reflejaban muy bien tal realidad.

Ese sistema global hace política local todo el tiempo y funciona las 24 hs. del día para impedir que nuevas mayorías sociales lo desplacen o puedan constituir gobiernos con otros intereses que no son los de ellos.

El futuro liderazgo nacional y popular deberá ser muy conciente, una vez en el gobierno, de que no habrá un colchón para gobernar (ni devaluatorio –como el que existió entre 2003/2007 aproximadamente, ni de nada). No quedará otra que ir a controlar las fuentes de recursos existentes a fin de direccionarlos a las obras indispensables no solo para que haya justicia social en nuestro país sino, también, mayor desarrollo y productividad económica.

pitch dijo...

Totalmente de acuerdo con Oti. El futuro no viene de la mano de juntémonos sapos y principes, seamos gobierno y después pensemos las reformas. Se trata de tener un maldito plan quinquenal - como mínimo - y de bajar ideología en serio (para lo cual hay que tenerla previamente, por supuesto, pequeño detallito). La Pragmática ha tenido éxito. Y consiguió durante bastante tiempo aplazar la necesidad de reformular los sustentos ideológicos del Peronismo. Pero sus efectos están a la vista.
Bajar ideología y que la población la haga genuinamente suya no es contratar a Forster para que se explaye en lenguaje ininteligible en un estrado con 5 entorchados latinoamericanos. Es jugar como lo hacía Norman Briski en los setenta, cuando se iba a una villa y en 15 minutos te hacía una obrita donde mostraba cómo te estaba cagando el carnicero o tu patrón; la gente hacía catarsis y otra que los tomos de El Capital.
Pero mientras sigamos jugando al egoísmo territorial y ramplón (provincial, municipal, corporativo), mientras sigamos coleccionando discursos de ponencia universitaria para explicar por qué cuernos hay que hacer política y geopolítica cuando se pisa gobierno, mientras nos dejemos cautivar por las industrias de punta que no le dan laburo a número suficiente de personas y menos aún derraman en los subsiguientes estratos contiguos, mientras insistamos con sastres pardidarios que solo cosen vestidos para Emperadores Desnudos... la realidad ganará la partida dejándonos en un universo de todavía mayor polarización, sin que podamos siquiera entender qué nos pasó.
La polarización es el camino desgraciado de estos tiempos mundiales. Nos obligará a discernir el pan del vino. Y a llamar a las cosas reales por su nombre.
Perdón por mi crudeza, pero este pajerismo político que nada tiene que ver con el verdadero frentismo, nos está conduciendo sin escalas al abismo. Porque partiremos, como bien describe Oti, del naufragio mismo (cuya velocidad de crucero desmaneja raudamente esta administración). Forzosamente, estaremos en presencia del desastre. Y no quedará otra opción que abandonar lo conocido y transitar el castellano puro y duro frente al electorado. En palabra y en acto. Pero por sobre todo, habrá que ser creativos, algo que la clase política actual parece resistir, empeñada como está, en curtir viejas modalidades y apolilladas contradicciones: no podemos condolernos de los desposeídos, recitar a Perón y mantener, al mismo tiempo, la hijaputez de una fábrica como Klaukol que quita vidas de a decenas en el barrio con el que colinda. Y así, los ejemplos de grosera contradicción siguen hasta el infinito. El tiempo de los "conservadores populares" tan folkloricos en el seno del Peronismo, murió en el siglo pasado. Si eso no se entiende... Atentamente, Claudia.

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