sábado, 28 de diciembre de 2013

La quimera 2.0 del PRO


Miles Davis levantó las cejas cuando Ron Carter le respondió “Buscate otro bajista, yo toco sólo Bajo acústico”. Miles venía formateando la etapa eléctrica de su música y para ello necesitaba incorporar teclados, piano y bajo eléctricos. Y así fue. En las futuras formaciones del genial trompetista no figuraría Ron Carter, que hasta el día de la fecha sigue fiel al contrabajo.
¿Usted se imagina a Martha Argerich tocando en un piano eléctrico? En la música clásica tanto como en el jazz, se siguen utilizando los pianos de gran cola y hasta se da el fenómeno de pianistas como Chick Corea o Herbie Hancock, que si andan “eléctricos” le dan a modernos pianos y teclados que se enchufan, pero cuando van a tocar o grabar clásicos de los cincuenta y sesentas, recurren a los viejos pianos de cola. Es que no todos los avances de la tecnología son adaptables a los usos cotidianos. El bajo y el piano eléctricos aportaron muchísimo a la instrumentación, pero no lograron reemplazar a sus pares acústicos, he aquí un pequeño detalle: lo nuevo abre fronteras pero no siempre reemplaza a lo preexistente. Hay momentos y actividades que sólo se pueden seguir haciendo a la antigua, por decirlo de manera barrial. A ver: hay un momento para el software pero también un tiempo para el hardware. De vez en cuando hay que apagar la máquina y recurrir a viejos destornilladores para reemplazar, por ejemplo, una placa de sonido. El soft tiene un límite que empieza cuando hay que meter las manos en los fierros.
El desconocimiento de este dato conceptual, desde ya no tan complejo, es que el que ha arrastrado al ministerio de educación de la ciudad de Buenos Aires a un berenjenal que era a todas luces visible. Es que el macrismo arrastra un frenesí fundacional que lo lleva inexorablemente al oprobio. Ellos están convencidos que todo lo preexistente está mal y que debe ser modificado. Lo hicieron con la quita de subsidios al inicio de su gestión en 2008. Lo hicieron cuando desconociendo la realidad instalaron un call center que centralizaba todos los pedidos de asistencia de los establecimientos educativos de la ciudad ¿Qué pasó? Que a las 9 de la mañana del primer día de clases el call center colapsó por la cantidad de llamados que recibió solicitando ayuda e informando de roturas. Durante ese año, las escuelas quedaron a la deriva, sin recibir los subsidios que les correspondían por ley. Sólo aquellas escuelas con cooperadoras que tenían algunos recursos propios pudieron afrontar algunas reparaciones menores, el resto quedó sumido en la miseria.

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