domingo, 28 de noviembre de 2010

Son los 50


Me levanté como todos los domingos, fui a comprar Página/12 y Tiempo, preparé el mate y puse música bajita para acompañar este ritual añejo que me encanta practicar. Puse Los Gatos y cuando sonó "El vagabundo" me colgué por un instante en aquella infancia, en esos 7 u 8 años, en mi hermana y mi prima Graciela que ya no está, en su madre, mi querida tía Mabel que también falleció. Vivían al lado de casa, Mabel era hermana de papá pero por sobre todo era mi madrina, un ser venido al mundo para quererme y darme todos los gustos. Cuando durante la adolescencia de Mary y Graciela sus internas arrastraron tras de sí a las dos familias, se rompió el diálogo y durante años dejaron de hablarse pero la tía Mabel rompía el hielo sólo en una fecha: los 2 de diciembre. Ese día es mi cumpleaños y para ella era un deber entrar en casa y darme el regalo. Para que las chusmas no dijeran nada ni le achacaran que arrugaba, Mabel ingresaba a mi casa a través de una puerta interior que ya no se usaba. De esa manera lograba no ser vista por Marta Gamuza o Chichí Fiol, sus grandes arpías aliadas.

La escuchaba llegar e intercambiar palabras de ocasión con mi vieja. Conversaban unos pocos minutos del clima, de cómo sería el verano que se avecinaba y alguna que otra pavadita circunstancial, hasta que me levantaba y aparecía para recibir el beso y regalo de mi querida tía, a quien quise y mucho, de verdad. El tiempo sanó esas heridas y en sus últimas horas de lucha contra el cáncer fue mi madre quien más cerca estuvo de la tía hasta que dejó de sufrir.

El vagabundo, de Los Gatos estaba, creo, como tema 1 del lado B del long play y si la memoria no me falla también acompañó al simple de La Balsa, pero no, no. La canción que acompañó a La Balsa fue "Ayer nomás" de Moris. Pero por algo ese tema me recuerda la casa de tía Mabel, a la que nunca dejé de ingresar, aún en los momentos de mayor guerra fría entre ambas familias. Mis imágenes de infancia transcurren y mucho en su casa, pegadita a la mía. El único perro que puedo decir que tuve de chico fue "Yuma" (por Yuma Joe, el tema de Sandro), era un cusquito hermoso, hijo de la perra de la familia Moscardi. Yuma fue "mi perro" aunque era de mi prima y de mi tía y vivía con ellas. Llegar de la escuela e ir a juguetear con Yuma fue una de las cosas más lindas y tiernas que recuerdo de mi infancia. Pero Yuma contrajo moquillo, enfermó y murió, ahí conocí la pena, el dolor profundo, ahí sentí por primera vez que la vida era una mierda, igual que cuando Sierra vino a informarle a papá que el tío Félix -uno de sus 8 hermanos- había fallecido electrocutado al intentar encender el motor generador de electricidad en su campo.

El Vagabundo de Los Gatos estaba en el mismo long play que "El rey lloró", la primera canción que me transmitió la noción de qué es la felicidad y qué el poder. Ese rey lleno de todo y vacío de felicidad fue una marca indeleble en mi vida y esa canción también la volví a escuchar hace un rato, en vísperas de cumplir 50 años, acontencimiento que me está costando sobrellevar más de lo que pensaba. Entre otras cosas, los 50 son como una curva jodida, de esas que dicen que si no las embocás bien de entrada, te vas indefectiblemente al carajo . Una curva ladina y traicionera. Dicen también que la mayoría siente al visualizarla que es más jodida de lo que verdaderamente es en la realidad concreta. A decir verdad, todos los cincuentones y sesentones que conozco salieron bien parados de esa curva y puedo dar fe que la mayoría no entró en ella de la mejor manera. Muchos entraron pasadísimos, otros con un tenue impulso postrero, algunos directamente a remolque...

Y cómo entro yo en esta puta curva? Ya está, ya te lo dije al tratarla de puta ¿no? Entro muy bien en la mayoría de las cosas, pero se agigantan las falencias, lo que falta. Entro muy bien por haber criado tres hijos que son antes que nada buena gente y que a pesar de las nubes de pedo que habitan por sus edades, los tres tienen muy claro por qué en casa somos kirchneristas y porqué eso está ligado a un sueño de una sociedad sin pobreza y marginación. Eso lo tienen clarísimo. Entro muy bien por la hermosa compañera que tengo, que me banca, que me admira, me respeta y se enorgullece del programa de radio y mi blog a la vez que sigue sin hallar explicación de cómo puedo ser tan brillante para resolver asuntos complejos y tan pelotudo para vastos sucesos mundanos. Entro muy bien al tener a mis hermanos con vida y a mi vieja que está preparando su fiesta de los 90 para marzo. Entro muy bien por haber conocido en los últimos años un montonazo de gente con la que pasamos de las frías coincidencias políticas e ideológicas a un cariño personal. Cuando cerrás una comunicación telefónica con un compañero diciendo un "te quiero" es porque la política te arrimó afectos y complicidades, y eso es bárbaro.

Lo que complica cuando te arrimás a los 50 es comprobar que uno no ha cumplido con ese formato y/o mandato de arribar a ese cumpleaños con la vida resuelta, con los impuestos al día, la jubilación marchando y el título de propiedad de la vivienda en la que yace.

Lo que complica es tener que entrar a ese altillo donde todos tenemos guardadas bajo siete llaves algunas dosis de esperanza, de temple, de convicciones, de razones y de ideología, y sentir que las tiene que consumir todas ahora, ¡ya! porque si no la curva nos hace mierda. Sentir que debe gastarlo todo y temer que aún así no alcance, que no quede resto para encarar la recta que está a la vuelta.

Lo que complica es tener que ajustar los festejos a la realidad económica sin ver que podría haberse dado  que ni siquiera pudiera haber planeado una choripaneada para un puñado de amigos y familiares. Complica invitar porque te ponés a pensar quienes entran en el equipo de los invitables y quienes no, por eso entendés a los ricachones que invitan de a 200, porque a fuerza de guita se sacan de encima este punteo del padrón afectivo al que  indefectiblemente uno tiene que someterse.

Complica que siempre tuve pocos amigos en el sentido tradicional del término. Mamá siempre dijo que a diferencia de mi hermano Oscar yo era más "orillero". Se refería a que cuando regresaba de la escuela me las tomaba y era usual que anduviera remontando barriletes y cazando pájaros con amigos que vivían del otro lado de la vía que es la forma en que el ferrocarril se pone marxista al demarcar los límites sociales en los pueblos. Lo real es que esa infancia libre en Tres Lomas, esa posibilidad de andar por donde se me antojara y con quien me diera la gana fue forjando una forma de ser en mi trato con la gente. Por eso no tengo casi ningún "amigo" en los términos convencionales y muchos en los términos en que los defino en base a mi experiencia.

En definitiva, complica cumplir 50. Todo sigue y queda tiempo para completar lo que falta, pero no me jodan, es una mierda.

.

13 comentarios:

Mauri Kurcbard dijo...

felicidades!
che no es para tanto!

joshua dijo...

Los 50 todavia son remontables el verdadero problema empieza en la decada siguiente,Apuraté a completar lo que falta porque despues es casi imposible.Saludos

César dijo...

yo tambien cumplo el 18 brumario, compañero. abrazo y festejá como puedas. va a estar bien igual

AMET ENTRE RIOS dijo...

Vamos compañero Gerardo, yo el 25 cumplí los 18 y comparto sus conceptos y preocupación, pero hay que seguir dándole a la vida, que los cumplas muy feliz y a seguir con los proyectos que nos mantienen vivos..

yo peronista y kirchnerista dijo...

es verdad ,decimelo a mi que tengo 55 !! sin embargo desde que llego nestor me senti hasta mas joven, tuvo esperanzas ,tuve ilusiones ,que barbaro este nestor !! que tipo que nos dio vuelta la cabeza a todos, o a la mayoria !!

Omar.- dijo...

Yo tenía un tío q decía q después de los 50 se vive gratis, pero como dicen aquí en Tucu no te encachiles, si vos agarraste bien la curva, a la vuelta ya a la recta la haces tranqui, onda reflexión. Mira Gardel murió hace 75 años, pero si hoy vivía tal vez decía q 50 años no es nada o no? Feliz Cumple Gerardo. Un abrazo.-

niro dijo...

te voy a decir como recibí mis 40: sin poder hacer la fiesta que quería, al igual que vos; y ahora internado, con úlceras, hemorragias digestivas y otras yerbas. Vos ahora avisas de la curva de los 50, pero nadie me avisó de la de los 40. Venía a fondo, y me la tragué de golpe, ja.
Así que tus 50 son de luxe, hermano. Abrazo nestorista

CEH dijo...

Feliz cumpleaños compañero! Por 50 más...

Diego F. dijo...

Los 50 de ahora son como los 35 de hace unas décadas. No le tenga miedo a un numerito Gerardo, lo que importa es si uno está bien, la flia, los amigos, si todavía podés comer con sal y frituras, etc...
Abrazo!

Daniel dijo...

Qué bárbaro. De chico sentía más o menos lo mismo cuando escuchaba "El Rey lloró".

Diego; buenísimo lo tuyo, salvo que ojalá se sintiera a los 50 la energía de a los 35; ja, ja.
Pero bueno, hay que sentir que es un privilegio llegar al medio siglo. Uno nunca piensa la vida como un regalo que le hacen todos los dias, sino mas bien, como algo que le quitan. Por eso del vaso medio lleno y medio vacío, cuando brindes con tu gente, te deseo que lo sientas como medio lleno... y por ahí llegás a los cien, con alegría y paz.

Ricardo Moura dijo...

Post conmovedor, poético y hasta diría brillante, Gerardo.
¿recordarás “Another Woman”, película de Woody Allen?
En una escena, Gena Rowlands, cincuentona (y psicóloga), conversa con Mia Farrow, que está traumada porque “ya” va a cumplir 30, y le dice:
“cuando yo iba a cumplir 30 todos me decían que me iba a sentir pésimo, deprimida, falta de ánimos… y se equivocaban, nunca me sentí mejor. Después, cuando llegaba a los 40, otra vez, que no lo iba a soportar… Y también se equivocaron, me sentí en la plenitud de la vida. A los 50, oootra vez, que iba a ser insoportable, inaguantable… ¡y esta vez tenían razón!

Bueno, dejame decir que alguito de verdad debe haber en esto, quizás porque uno espera vivir cien años, y entonces “dar vuelta la bisagra” equivale a “pasar al otro lado”... Pero “alguito”, dije, porque en realidad del otro lado todavía hay un montón enorme, larguísimo ─amén de un montonazo de cosas por hacer─, y es a partir de ahí que uno empieza a darse cuenta.
Sí, yo sentí fuertón el pasar de “la mitad”… pero dejame añadir que mi sexagésimo cumple pasó mucho más suave, casi sin pensarlo. Hasta alegría me trajo: Toda mi vida había dicho que “cuando tenga la edad (i.e. la experiencia), voy a escribir literatura en serio”, ¡y ya la tengo! Sólo resta ver si lo cumplo a cabalidad ─ tengo dos novelas hechas pero muchas más en la cabeza, y mucho, mucho tiempo, si no lo aprovecho será de boludo y no por viejo─. Desde entonces, yo, que bastante antes de los 40 dejé de celebrar mi propio cumpleaños (me lo he llegado a olvidar), digo que si llego a 70, ahí sí voy a celebrar el LOGRO, ni qué hablar si llegara a 80, 90…
La cuestión es que lo único importante es sentirse aún lúcido y activo, con una salud mínimamente razonable. Claro, precisamente si uno está lúcido, poco a poco se da cuenta de que va perdiendo la rapidez y certezas de cuando era joven ─”certezas” (arrogantes) que al menos a mí, en esos tiempos, me llevaron a cometer los peores errores de mi vida─. Francamente, ahora, más lento de reflejos pero también más calmado y reflexivo, espero hacer menos cagadas, la experiencia ayuda─no poco─, y si bien no podemos comprar otra juventud, tampoco los jóvenes pueden comprar ésta, se adquiere sólo con el paso del tiempo.
Por lo que leo, estás entrando MUY bien a esta nueva etapa, ¡Cheers! (¡Ay, si me agarra Magdalena otra vez usando inglés como la Presidenta!)

Un gran abrazo y ¡Feliz Cumple!

El Conurbano dijo...

Yo te envidio amigo, porque lo que vos has vivido (digo, por la generación a la que pertenecés) creo que yo no lo voy a vivir ni siquiera en 80 años.

Así que no te quejes: imaginate lo que va a ser para alguien como yo, llegar a eso en el 2030. Ja, te la regalo.

abrazo grande

Unknown dijo...

Qué groso. Quiero comentar muchas cosas, pero estoy en una terminal, de viaje. En un locutorio.
Tengo un privilegio: he mandado a la mierda cualquier compromiso porque Gerardo me invitó el 4 (tengo fija la fecha, eh) a su cumpleaños.
Gerardo es de los pocos amigos que saben, hoy, cuando lo charlábamos hace mil años: reconoceme, querido, sabes, lo sufriste, que yo jodía con eso, la historia late por acá, acaso supura, duele, enaltece, lo que hicimos, Gerardo, aunque nos maten y denosten. Ya lo hicimos. Fuimos lo que fuimos: ninguno de nosotros mentirá su biografía. Vos fuiste un general de batalla, que con la garra de la melancolía recién empieza, lleno de ganas, de alegrías y de fuerza, en singular, sin eses, tu fuerza, lleno de fuerza, capo. Te das cuenta, obvio, ganamos, en la historia, la tierna y dura disputa cultural. ¿Hay mejor regalo de cumpleaños?
Yo me voy a festejar tu cumpleaños.
Porque también, de modo vago y prescindible, algo, ojalá un poquito de historia, cumplo, porque cumplimos,estando en tu cumpleaños. Tu cumpleaños será tesis triste latiendo en la burocracia tanto como fuerza de nuevos pibes en nuevas batallas, esa misma, tan misma, la de (perdón por el anacronismo) la del amor. Como las viejas heridas, en sepia, que nos contaste, de la historia. Más lejos de amores y cervezas coyunturales. Cumplimos.
Ya lo hicimos.
Creo que merece a esta altura sólo cagarse de risa.
Una gran carcajada.
Que digan lo que quieran.
Ya lo hicimos.
Y, encima, todavía falta, el mito.
Pero que el mito se vaya a la mierda, como mitómano del futuro. Fina y sutilmente. Diálogo y consenso.
Cómo nos hemos reído estos años, Gerardo. Cómo nos hemos reído, es un poco mía tu risa tanto como un poco tuya mi risa.
Pero declarémosnos culpables ante los republicanitos: confesamos que pueden de nuestra parte irse a la mismísima puta madre que los parió.
Aunque sus madres, quizás. Sólo quizás. No tienen la culpa. Por ahí sólo son nietos de puta más que hijos de puta. Vaya uno a saber, Gerardo.

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